jueves, diciembre 23, 2010

Life happens

¡Jesús de Veracruz!Todo parece indicar que estoy a unos días de acabar el año.
Terminaba un texto sobre el balance general de los últimos seis años de nuestras vidas y me iba de espaldas. Hacía yo mismo las cuentas de lo que había perdido, arriesgado, ganado, acumulado, o desperdiciado en otro año. Mañana será nochebuena y hoy que estoy solo en la oficina, me viene entre tanta ligereza (provocada por entregar pendientes) el querer hacer un conteo de las cosas que creo que admití y aprendí de mí mismo en este año.

1. Me hirieron mucho en este año. Pero creo que perdoné y me perdoné, yo fui uno de tantos que me herí.
2. Conocí mucha gente valiosa. Y mucha gente me dejó entrar a su vida. Espero no defraudarlos, y espero sobre todo servirles de algo.
3. Por fin acepté en lo que se ha convertido mi familia. Dicen que la familia como el sol, mientras más lejos mejor. Yo he admitido por fin que cada uno de mis hermanos y mi propio padre jalan para su molino. Okey, no hay pedo. Yo lo haré para el mío. Lo siento, debí advertirlo.
4. Amigos son pocos. Muy pocos. Y eso lo confirmé este año. Escuché fases como la de “prefiero a un peso en la bolsa que un mejor amigo”, honestamente no la comparto. Prefiero a lo muy pocos pero muy buenos amigos que tengo.
5. Ahí la llevo. En cuestiones laborales me confirmo una vez más que mejor salen las cosas cuando uno se apasiona y se divierte. Los retos que cayeron este año han caído de perlas. Y si vienen más no hay bronca. A la chamba nunca hay que temerle. Hay que temer a no dar el ancho.
6. Admití que no quiero estar solo y que quería enamorarme. Por más que lo quisiera negar. Hoy mis pensamientos están ocupados y mis noches son tibias. En verdad enamorarse no hace mal. Y hacerlo de la persona indicada es de verdad muy gratificante.
7. Soy sumamente débil. Me someto a mis sentidos, me someto a la novedad. Nada de malo está gozar el momento, pero eso no implica que debo ignorar los sanos límites.
8. Me quiero. Así nomás. Me quiero y mucho.
9. Puedo querer. Puedo amar. Si me lo propongo doy mucho de mí y dejo de ser el egoísta de siempre.
10. Siempre, siempre, siempre sirve más una derrota. Se aprende muy bien de ellas.

“Cuesta lo mismo pensar negativo que pensar positivo”, me dijo un día Víctor.
La frase no se me va de la mente.
Por eso hago el recuento.
Quizá la lea en un año y me arrepienta de cosas que escribí, quizá no.
Life happens.

lunes, noviembre 22, 2010

Lista

-¿Y por qué yo?-salió en alguna ocasión la pregunta.
-Pues porque reunías los requisitos.
-...-
-Cuando hablaba con un chavo que me pretendía y al que no le hice caso, él preguntaba por qué no pasó nada. Así que hice la lista de lo que quería en mi siguiente pareja. Y ahí la tengo en mi negocio.
-...-
Dicho esto no volví a tocar el tema.
Días después, o meses, quizá, la lista ahí estaba.
Sobre su escritorio.
Databa de algún día de mayo de este 2010.
Faltaría poco más de mes y medio para que lo conociera. Pero él, sobre un post it ya había puesto las características que, según afirmaba, cumplí.
Serían las seis de la tarde.
Yo venía de darme la quincenal rebajada de mata con Doña Cuca, la única y fabulosa estilista de quince pesos que atiene allá por la Avenida Municipio Libre. Él estaba en friega con las agendas de doña Leonor. Abría la lap cuando encontré la dichosa lista.
Serían seis los puntos que cumplí.
Decía (y hago cita rigurosa y textual):

1. Que yo le guste mucho (físicamente hablando).
2. Cariñoso.
3. SexOSO.(x1000)
4. Disposición de tiempo.
5. Que la pareja sea su prioridad #1.
6. Que me guste a mí. :D


Honestamente, no pensé que en efecto existiera tal lista.
Y de verdad, no me lo propuse.
Pero la llené. Sin querer la llené.
Heme aquí.
Hoy, enamorado.
Con la mente revuelta por lo que venga.
Y que sea lo que sea.

lunes, noviembre 08, 2010

10 cosas por las que AMO/ODIO el Feis...

Cosas por las que quiero a Facebook



1. Que me entretiene en mis horas muertas.
2. Que es un chismógrafo bien chido.
3. Me pongo exhibicionista y me vale.
4. Que salgo muy cuco en mi foto de perfil.
5. Puedo poner en ridículo a mis amigos (incluso, cobrarles).
6. Puedo subir videos y musiquita desde YouTube. Claro, dependiendo de la conexión.
7. Que jala chido en la BlackBerry, en el iPhone, y demás.
8. Que me informo por los enlaces de compas bien letrados.
9. Porque mis cuates me comentan mis debrayes.
10. Que he retomado contacto con amigos hasta del kínder y familiares que hace rato no veo.



Cosas por las que odio a Facebook

1. Su chat.
2. Que me agreguen extraños (bueno, si su foto no está tan piñata, se las paso).
3. Que me etiqueten en fotos donde me veo de la patada.
4. Que me etiqueten en cosas que no me interesan.
5. Que mis fotos puedan ser usadas en mi contra (más en esas donde salgo de Jitomata en pleno Jalowin). Aún con todos los candados del mundo se pueden obtener mediante triangulación.
6. Que la gente saque conjeturas de mi vida porque ve determinada publicación (¿por qué no tienen los huevitos pa’ preguntar?).
7. ¡Que me cobren en mi muro!
8. Odio, sobre todo, a aquellos que suben su vida segundo a segundo (Que si ya cagaron, que si ya cogieron, que si ya comieron. Who cares!?)
9. Odio en demasía FarmVille y demás juegos.
10. Odio que bien se podría definir como “una fiesta con los mismos borrachos”.

viernes, octubre 29, 2010

Control de calidad

Algo me dice que, mientras más me conoce, más temor le da seguir a mi lado.
No lo ha dicho. No lo dirá. Así es él. “Esto me gusto, esto quería, ahora me aguanto”.
Esa frase se la he escuchado infinidad de veces.
Seguramente la aplica ahora mismo que conduce hacia el trabajo.
Y temo.
Ahora temo.
No quiero que me venzan los temores.
Ya me pasó una vez. Y no quiero que vuelva a suceder.
Hoy algo me noqueó de frente.
Luzco como tal. Ni me peiné, no puse tanto análisis en lo que uso hoy.
Veo mi cara en el reflejo de la lap. No espero a que el café se enfríe y sorbo con todo conocimiento de que tendré el hocico en llamas.
En algún verso de Mike Shinoda escuché que la parte más difícil de acabar es empezar de nuevo.
Nada más cierto.
Qué difícil es empezar de nuevo.
A casi cuatro meses de conocerlo, hoy me doy cuenta.

miércoles, octubre 13, 2010

Criminal


“¡Ah chingá…! ¡Se paceré un chingo a mí!”.
Bueno, eso fue lo que dije cuando vi que Karlita, ex alumna mía de AS Media, fanática de The Beatles a morir, me había etiquetado en una fotografía en su perfil de Facebook.
La foto correspondía a un tipo...
Barbón, como yo.
Medio mal encarado, como yo.
Vestido de traje negro y con camisa blanca, como yo cuando grabábamos el programa de tele de Revista 360 Grados.
Me fui de espaldas. Era yo.
O pensaba que era yo.
El wey ese era igualito a mí, pero tenía mis dudas.
Solamente fallaban mis labios carnosos (jo), que no estaban o medianamente difuminados se perdían.
Ah y el tipo tenía tremendas entradotas.
Vaya, soy calvo prematuro pero esa era una pista de patinaje para moscas.
A leguas había photoshó en eso.
Y no estaban mis ojecitos que habrían sido la clave para confirmar.
En fin.
Que le comento a la Karlita en su Facebook lo asombrado que estaba.
Ella y medio salón de ex alumnos insistían en que sí, el profe Mundo ahistaba de modelito en un cartel de un congreso de Merca en el Tec de Monterrey.
Pero no me quedé con la intriga. Casualmente a la oficina llegó Patiño, el fotógrafo de la revista. Autor material de esa foto y le reclamé así sin salivita y de jalón por andar vendiendo material mío.
“Ah chingá… no pues sí eres tú. Y la foto sí la tomé yo”.
Patiño se lavó las manos porque él había rolado ese material con la casa productora. Y ahí cayó el veinte. Por conexiones que se hicieron la casa productora y la que diseñó la publicidad del congreso tenían archivos en común. Ahí estaba la clave y el monito ese sí era yo.
Los ojos no se notaban porque le habían puesto una banda con el nombre del congreso: “Criminal ideas!”.
Aunque eso sí, no me veo tan pior.
Nada para inflar el ego como que te usen (aún sin saber) para carteles y anuncios.
Qué mamón.
Terminé de modelo involuntario.

jueves, septiembre 23, 2010

VCR

You, you used to have all the anwsers.
And, you, you still have them too.
And we, we live half in the daytime.
And we, we live half in the night.


VCR / TheXX.

Used to

A veces, cuando estoy ebrio, me pongo sentimental.
A veces me parte el corazón pensar en toda la gente que no sigue en mi vida.
A veces, con solamente una cerveza encima, me pongo muy mal.
A veces me aligera el tener certeza de que todos ellos ya no están.
A veces, cuando hablamos de Whisky, puedo soportar cantidades industriales de alcohol.
A veces me duele que pregunten todavía por ti.
Antes necesitaba alcohol para olvidarte.
Hoy lo tomo para celebrar que te fuiste.

lunes, septiembre 13, 2010

Dog days are gone

The dog days are over
The dog days are done
Can you hear the horses
Cuz they there come
Florence
+ The Machine // Dog days are over

Lo pidió tres veces.
Me ganó.
Yo lo tenía pensado, casi a la semana de
conocerlo.
Pero me ganó.
Y me ganó más la sorpresa.
Fue de mañana.
La luz aún no le lastimaba los ojos.
Los ojos claros lucían sinceros. Como
nunca.
Serían las siete de la mañana o un poco más.
Todavía traía los
espejuelos. Ambos aún olíamos como buenos parroquianos del Cananas.
Y
madres.
Lo soltó.
-Mucha gente me ha dicho que fácilmente pueden
enamorarse de mí-dijo.
Yo aún tendría un poco del ron encima. Habíamos
bebido una botellita completa entre él, Miriam y yo.
Pensé que el diálogo
iniciaba con una frase socarrona. Me sonó vanaglorioso el comentario. Yo todavía
solté un irónico: “¿Ah sí?”. Ni me imaginaba para dónde iba la conversación.
-Sí. Eso me han dicho.
-Que es fácil enamorarse de ti…-completé
confirmando lo que acababa de escuchar.
-Sí. Por lo tanto, es muy difícil
que yo me enamore de alguien. Y ese alguien eres tú.
Pensé de todo.
Horas atrás, en el bar jugamos con cambiar los estados de Facebook. Jugamos
con avisar casi con remitente a nuestras ex picadas y demás “exes” el memo ese
que diría “Not available”. Nos besamos en pleno bar que cada vez parecía más
tugurio de ambiente. Y volvió a pedir lo que una vez pidió algo borracho.
-¿Entonces es en serio?-le dije.
-¿Pues qué pensaste? ¿Que las otras
veces que te lo dije no iba en serio?-respondió.
“Odio que me respondan con
otra pregunta”, diría el personaje de Isabel en “Las musas huérfanas”.
Y lo
más curioso es que con mi respuesta. Con la respuesta que le di a Víctor. Yo
mismo me respondí con muchas preguntas.
Ya las respuestas se irán dando.
Que ahora siento que los días dignos de un perro se han marchado.

lunes, agosto 30, 2010

De los muertos vivientes

Llegaron noticias desde el inframundo.
Y yo no sé qué pasa con esos zombies.
Que se dan por muertos y reviven para atosigar.
Que preguntan desde su sueño eterno por mí.
Que deambulan en la melancolía.
Que marcan al Nextel en las madrugadas.
Que solamente son valientes para hablar vía Inbox.
Increíblemente he vuelto a orar.
Y ha sido por su descanso.
Que Dios los bendiga.
Pero que no vuelvan.
Porque soy muy feliz bailando sobre su tumba.

sábado, agosto 21, 2010

Warm up

The Tavern.
Bulevar Sánchez Pontón.
Madrugada del sábado 21 de agosto.
Mesa para cuatro en terraza.
El plan cambió al decir “sí” alrededor de las nueve de la noche en la oficina.
Un extranjero atendía, al parecer era el propietario. Hablaba un español chistoso, desparpajado, folclórico pero amable.
Mi mood realmente era incierto tirando a de malas.
Añorando aromas, el calor de mi cama, y obvio su compañía.
Tuss lidiaba con su depre.
El Cheus le administraba su terapia.
(“Nunca nadie se acercó tanto a entender lo que siento”, dijo ella)
Xu admitió algo bien cagado:
-Tenía años que no te veía así. Pero mucho, mucho tiempo. Me da gusto.
-Ah chingá… ¿cómo me veo?
-Wey, obsérvate.
Inmediatamente me volteé a ver. Era yo miserable porque no traía saldo en el cel. Porque el Nextel andaba sin batería. Porque no podía comunicarme ni mandar mensajes con destinatario bien conocido. Tenía la jeta que ponía el Gato con Botas de Shrek. Las manitas dobladas, sobándomelas una con otra. Con la boca apretada y las cejas hechas un acordeón.
No pude decirle más a Xu.
Le di la razón.
“Sí, se me olvidó cómo se sentía”, le dije.
Fuck, I’m in love.

sábado, agosto 14, 2010

La vida es un pic nic*

Llegó un miércoles.
Era de noche.
Esperaba paciente afuera de la casa.
Yo salí en chanclas, con pants y sudadera.
Él solamente iba por una taza de café.


Hoy tengo miedo de salir otra vez
Tengo miedo de encontrarte como aquella vez
Los nervios me traicionan me derrota el stress
Sé que puedo arrepentirme después


El día que le puse “Rootless tree” se quedó frío.
El día que se quitó los espejuelos me quedé con la boca abierta.
Nació en mí una cara de idiota que sigo sin quitarme.


Hoy tengo miedo de salirte a buscar
Tengo miedo de poderte encontrar
Tengo miedo de tus ojos
Tengo miedo de hablar
Tengo miedo de quererte besar


Yo tengo daltonismo.
Pero él tiene fotofobia.
Usa gafas la mayor parte del tiempo.
Carga más de dos pares con él.
También tiene miopía y astigmatismo.


Me digo:
No seas tonto
No seas tan escéptico
No trates de escapar


Sus manos son casi iguales a las mías.
“De heredero, de junior”.
De trabajo intelectual pues, con esas marcas del mouse, de darle duro a la tecla, de la pluma en algunos de sus dedos.
Sus pies son del mismo tamaño que los míos.
Es friolento.



Hoy tengo miedo de volver a bailar
Tengo miedo que te puedas burlar
Me dan miedo las personas no quiero manejar
Tengo miedo que me pueda gustar


Tiene 30.
Y una espalda hermosa.
Barba rala. Un tanto pelirroja cuando la deja más larga.
Se le resecan los labios fácilmente.
Casi no tiene vello en el pecho y el poco que le aparece se lo quita.
No es precisamente pálido, pero es blanco.


Hoy tengo miedo de salir otra vez
Tengo miedo de volver a caer
Tengo miedo a las mentiras
Ya no tengo más fe
Tengo miedo de volver a creer


Habla un tanto alto.
Pausado.
Su voz es grave sin ser dura.
Pocas veces lo he visto exaltado.
Cuando atropella palabras solamente es por ansiedad.


Y digo:
No seas tonto
No seas tan escéptico
No trates de escapar



Es serio. Tranquilo.
Mucho muy reservado.
Y creo que eso me gusta.
“No quiero contarte mis cochinadas”, me dice.



No todos son tan malos.
No todo está mal.
No todos son villanos queriéndote matar.
No todo está perdido ni se va a acabar.


El miércoles volví del DF.
Yo estaba muerto.
(Él, igual o peor)
Marcó al celular.
Preguntó dónde estaba la oficina.
Pasó por mí.
Llovía.
Subí a su auto.
Y me tenía la cena.
Desde que lo conocí pienso muy distinto.


La vida es un picnic.



_____________
*Clic aquí para la rola de Fobia, "Hoy tengo miedo".

lunes, agosto 09, 2010

Hoy no, por favor

Give me a long kiss goodnight
and everything will be alright
Tell me
that I won't feel a thing,
So give me Novacaine
_____________________
Green Day


Carajo.
Hacía rato que no me dejaban tan pendejo con una frase vía Messenger.
“Mundo, por favor, hoy no te enamores”.
¡Madres!
Así. Y Sin cremita.
Contundente en una línea.
Así me lo soltó la Tuza.
Hija de la tostada.
Me dio en la madre cuando yo apenas tomaba impulso.
Me bajó a la realidad y yo aún ni inflaba el globo de helio.
Fue un pinchazo sin alfiler. Un pellizco sin índice ni pulgar. Pinche nocaut.
“No. Tranquila Tussi. No va pasar. Ni mañana tampoco, te lo aseguro”. Eso le respondí.
Y desapareció la ilusión.
Y qué bueno.
Aunque de noche, escucho la lluvia. Solito en mi cama.
Retumba sobre la lámina en el patio trasero. Cae fuerte sobre el durazno, los bambúes y el limón.
Y siento que alguien puede curar eso.
Ese miedo a la noche.
A la lluvia.
Al trueno.
Es como en esa canción de Green Day.
Donde piden novocaína, donde exigen un remedio. Algo que ayude a dormir largo y placentero.
Como ese abrazo en plena madrugada de sábado.
Como ese beso borracho de cerveza y limón de madrugada de jueves.
Pero vuelvo a pensar en las palabras de Tuza.
Sale nuevamente esa imagen del lodo, del charco. Del mal sueño bajo una tormenta.
Cada que caigo al suelo (y últimamente ha pasado muy seguido) me levanto diciendo que no pasará otra vez.
Algo me dice que estoy a punto de que ocurra.
Hoy es probable que no caiga.
Mañana, quién sabe.

domingo, agosto 01, 2010

Adiós, Urano

-¿No ése que va a ahí es…?-me preguntó Zeus.
Lugar: Container City.
Hora: Alrededor de la medianoche.
Nos había citado la Xu. Su cumpleaños es el 31 de julio. Y entre el gentío lo vi pasar y no iba solo.

-Sí. Sí es…-dije yo.
Tomé el radio mientras caminaba hacía el estacionamiento.
Con la rapidez de la alerta confirmé y di por cerrado el caso.
Otro carpetazo más.
No hay bronca.
“Ni estorbo, ni que me estorben”, pensé.

-¿Y qué sentiste?-me preguntó la Mena un día después.
Lugar: Mariscos “El Silver”.
Hora: cinco de la tarde.
Esa cruz tenía que curarse con un caldito de camarón y unas jaibas desnudas. Lo peor fue que yo solamente salí por el caldo de camarón y terminé en el lugar de siempre pero con compañía distinta.
-Nada. No sentí nada. Que es lo peor-le respondí.
Y es curioso. En efecto. No me pasó como en otras ocasiones. Mi sangre no subió a la cabeza en una constante convección. No me hirvió la sesera. Ni sentí rabia, ni enojo, ni celos. ¿Cómo sentir donde no se atesoró nada?
Nada. No sentí nada, y eso es lo peor, insisto.
“Seguramente ya te habías programado”, me dijo Mena.
Seguimos el sabadito en el Cananas con la Madrid, Edgar, Alex y la Tía Kikis que festejaba su cumpleaños. Que por cierto, por educación preferí quedarme con la duda de cuántos cumplía.
La tía Kikis fue contundente:
“Eres virgo, ¿no? Dos años y medio estuvo Urano en tu casa zodiacal. Fueron tiempos muy difíciles. Donde tomaste decisiones complicadas, donde pasaste una soledad terrible. Pero te tengo una buena noticia: Urano no va a regresar hasta dentro de 29 años. Hoy 31 de julio se va Urano de tu vida por un muy buen rato”.
Armé mis propias cuentas mientras la tía astróloga de Madrid hablaba con Conti, que llegó unas horas después y que también quedó embelesado por las predicciones que la señora hacía con solamente verte y confirmar tu signo. Con la elegancia de sus manos delgadas y con apenas y arquear sus finas cejas.
“Tú escribes, ¿verdad?”, me dijo otra vez la tía con ese estilo al hablar, donde siempre cierra con otra pregunta para complementar que su pronóstico es acertado.
-Sí… bueno a eso me dedico. Amo escribir-, respondí.
-Viene algo grande. Algo muy grande. Bendito sea Dios: Urano ya se fue de vida...
Y con la partida de ese planeta se fueron cosas, hechos, gente. Rencores, problemas, falsas esperanzas.
También desapareció completamente ese peso imaginario. Ese que ya iba perdiendo con los días a través de mis propios decretos. Se fue ese rigor que yo mismo me imponía con el designio de mi orgullo. Se me fueron esas ganas de llorar.
El 31 de julio será un día que no olvide.
Que de medianoche a medianoche tuve revelaciones suficientes como para confirmarme que mi vida sigue y sigue bien.
Con el cigarro en esa frágil mano derecha me señaló la tia: “Te van a ocurrir muchas coincidencias. Tantas que te vas a morir de la risa”.
A la hora que esto escribo siguen cayendo las coincidencias.
¿Que si le creo ciegamente a la astrología?
Honestamente, no sé. Años atrás el tema me apasionó.
¿Qué si han pasado coincidencias?
Sí, algunas. Varias en las últimas horas.
¿Que qué viene?
Quién sabe.
Lo importante es que Urano ya se fue.

martes, julio 06, 2010

I eat dinner

Las gotas de rocío bajan una por una sobre las hojas del limonero.
La cocina huele a guayaba, pera y mango.
Constanza extraña a su papá y la ansiedad le ha llevado a siete cambios de ropa por una noche.
Sigue sin dominar el baño, pero esa sonrisa hermosa no desaparece de su rostro por más que se haga en los pantalones.
Roy está altísimo y pareciera que no deja de crecer cada día. Sigue con el fanatismo por el Mundial Sudáfrica 2010 al que le quedan ya unas semanas de vida (gracias a Dios).
Miriam no deja de acomodar cosas, lavar, subir, ordenar; pareciera que nunca hay descanso. ¿A quién me recuerda? ¿A mamá? ¿A mi padre? ¿A mí? Tiene esa manía de no estarse quieta que nos heredaron ambos. Voltea a un rincón: “Ahí hay que poner una cortina, así y así… ¿o así?”, dice cuando ya está sobre una ventana imaginando cómo quedaría al final de su trazo con los dedos al aire.
Es curioso. Pero el cascarrabias que soy se transforma cuando la chaparra me grita al llegar: “¡Tiyo!”, dice mientras se come sus hot cakes de la merienda.
Se siente lindo.
Se siente muy distinto.
Llegar a la casa y encontrar el cuarto acomodado, impecable.
Girar la perilla de la puerta y entrar en otro halo. Uno muy distinto al que se tiene todos los días.
Uno al cual indigna mezclarlo con el trabajo.
Se siente como el hogar que hace unos diez años dejé.
Se siente bien.
Es tan curioso. Hoy que no tengo ya ningún sentimiento por nadie (¡que horrible suena!) me siento bien. Me siento tranquilo.
¿Cómo dice esa canción de Rufus y Dido?

“I eat dinner at the kitchen table
By the light of the TV screen
I eat leftovers with mashed potatoes
No more candlelight
No more romance
No more small-talk”.

Llegué muerto.
Me tire en la cama y no me moví más.
Las elecciones me dejaron con la espalda destrozada.
Miriam pidió a los niños no molestarme y me cerraron la puerta.
Es lo último que escuche.
Ahora, en la mesa de la cocina escribo esto con el mayor de los sigilos.
No quiero despertar a nadie.
Solamente quiero escribir lo bien que me siento y volver a dormir.
Que mañana, volver por la noche a esta calma del hogar, me sabrá a premio.

lunes, junio 14, 2010

Que arda la melancolía

Hace diez años Moby era mi hit(y todavía lo es).
En mi cabeza resonaba “Porcelain”. Una y otra vez.
Si mal no recuerdo fue Play el primer disco que compré en Puebla. Era un domingo medianamente lluvioso de septiembre. Y lo vi mientras hacía ese insípido turismo de mis primeros días en la ciudad. Fue mi regalo de cumpleaños.
Hoy, mientras regresaba a casa pensaba precisamente en la serie de cosas que hacía hace diez años. No cabe duda que la casualidad suele ser arma de dos filos. Lalo tenía entre sus discos viejos uno que puso en su camioneta. Música de hace diez años, me dijo. Y yo estaba muerto de la risa mientras identificaba las rolas. Le atiné a casi todas. Creo que fueron como 17.
Y luego, ¡Dios santo!, reaparece con la magia del inbox de Facebook la mujer que consideré el amor de mi vida. Maldita la casualidad. Maldita la melancolía.
Ana Olmos.
Cómo da vueltas la vida.
Ahora tiene dos hijas. Felizmente separada. Tiene trabajo estable y como meta se ha puesto acabar la carrera de administración.
“No imaginé volverte a ver”, decía el título del mensaje.
“No, yo tampoco”, respondí para mí mismo.
Admito que cuando le respondí ese mensaje me salió una lágrima.
No sé si fue melancolía, no sé si fue recordar ese viejo amor.
No sé.
Me acordé de sus besos. Esos labios carnosos. De lo tonto que me sentía cuando ella llegaba y visitaba el pueblo. ¿Estaría enamorado? Yo creo que sí. Lo supe de inmediato cuando apenas y nos conocimos. Me morí de la risa al recordar lo que inventábamos para sacarla de casa de su tía Bety. De lo que ella misma se inventaba para llegar desde Pachuca.
Carajo.
Qué distinto soy ahora.
Qué distinta es ahora ella.
“Wow”, puso en una foto mía de Facebook. Dice que he cambiado bastante. Dice que tiene ganas de darme todos los abrazos que no me ha dado. Yo solamente digo que es la barba la que me añeja y he respondido que en estos últimos me han hecho falta esos abrazos que ella me manda.
¿Qué se hace en estos casos?
Casualmente hoy es que retomo las rolas de esos días.
Retomo a Moby. A Macy Gray. A las últimas canciones cuerdas de Sinead O’Connor. Las de Sherryl Crow. Los New Radicals. Retomo esa forma de ser a mis 17. Entre el ñoño que pelea por volverse valemadrista.
¿Qué se hace cuando reaparece quien tú creíste el amor de tu vida?
Que alguien me explique.
Que alguien saque el manual para situaciones inesperadas.
Que alguien me diga qué combustible incendia bien la melancolía.

domingo, junio 06, 2010

Será la atmósfera...

De repente empezó la voz de Stevie Nicks.
Sería algún sampleo raro que tocaron en La Ceiba.
“Thunder only happens when it’s raining… players only loves you when there playing…”, dice esa mujer de elegante voz en “Dreams”. No sé porqué amo esa rola. Amo también la voz de Stevie Nicks.
Sentía un poco del fresco en la espalda.
Comenzaba a llover.
La lámina del lugar solamente hacía resonar la lluvia.
Caían los truenos a lo lejos. Las gotas de junio bajaban la temperatura de un día bastante caluroso. Y en Conteiner city no había ni un alma. La Ceiba era de los pocos sitios abiertos. Por eso terminamos ahí.
A Tuss hace rato no la veía y pasó por mí a casa de mi hermana.
Básicamente iríamos a cualquier bar de mala muerte por la chela que le urgía desde hace días.
Domingo… sí.
Beber en domingo, dicen, es malo.
Como beber en lunes o cualquier día de la semana.
Y nos agarró ahí la lluvia poniéndonos al tanto de nuestras vidas.
Entre sus historias y las mías se enredó esa canción.
Y ahora que recuerdo la velada, increíblemente descubro que ya son casi las dos de la madrugada.
Descubro también (y me sorprende) que mi vida va bien, que estoy tranquilo. Y que no hay motivo por el cual, uno deba preocuparse, o quitarse un poco de el ánimo.
Como no hay motivo por el cual temerle a la lluvia o maldecir su llegada.
No hay porqué perder las atmósferas perfectas.
Tampoco no hay gente, ni hay razón suficiente que te quite un buen momento:
El mojito de las manos.
La canción que armoniza.
El clima.
O la compañía, que usualmente la necesitamos todos.
No hay motivos pues… no hay por qué temerle al trueno.
No hay porqué agitar la respiración, a menos, por supuesto, que sea por alguien que lo provoca.
Alguien que merece que perdamos el aliento.

miércoles, mayo 26, 2010

¿Por qué complicarnos la existencia resulta tan atractivo?

martes, mayo 25, 2010

Pólvora

Hoy resuenan cohetes.
Y no están en mi cabeza.
Pensé que así era, pero no.
Mi mente está más clara que nunca.
Y a unas cuadras suenan varios suspiros que termina en una serie de escalonadas explosiones.
Se quema la pólvora y entra por el balcón de la oficina.
La Siempreviva huele toda a pólvora quemada.
Mañana festejan a San Felipe Neri, precisamente en la Concordia y el desmadre queda a unas cuadras.
Ahí es de donde viene el reventar.
Y mi nariz, no sé porqué, provoca usualmente la mejor de las inspiraciones.
(O será que hoy me cayó el veinte)
Me di cuenta que no hay porqué complicarse la existencia.
Lo que pase, pasará. Lo que venga ya ocurrirá.
Aunque suene tonto y redundante.
Aunque huela, a cohete vacío. A paloma cebada. Como pólvora quemada, como esta pieza añeja desde donde escribo.
“Hay que darle tiempo al tiempo”, como dice Fito Paez.
Yo ya ni me rasco, ya ni sufro ni me acongojo.
Adiós ansiedad. No más cicatrices de rascado. A la mierda contigo, doña Ansiedad.
Mis calenturas nadie más las sufre.
Solamente yo.
Así que por qué preocuparme.
Si la vida me ha sabido tan bien últimamente.
Tan bien como un plato de lentejas.
Ha olido tan bien como tierra mojada.
Como papel recién impreso.
Como pólvora quemada.

domingo, mayo 09, 2010

Morir de a poquito.

En teoría, eso no se hace.
Pero las cosas prohibidas son las que saben mejor.
Caí otra vez. Y se sintió bien.
Seis horas bailando gracias a una pastillita milagrosa que me da diversión a cambio de unas cuantas neuronas muertas.
Porqué será que el pulso se me duplica, la vena en la frente se me salta y las piernas se me vuelven resorte con tan remilgado aditamento.
El Doctor me la receta, surte y administra. Vigila el proceso. Y no se aparta. Ahí está en caso de cualquier recochina taquicardia.
Los efectos secundarios son menores.
Urge agua para el sabor amargo y lo seco de la boca. Con eso basta.
Ahora resulta que soy hijo bastardo del positivismo comtiano, y justifico esto con mi vocación que me provoca explorar.
Experimentar.
Vivir.
Aunque me mate poquito.
Porqué no hacerlo si uno nunca sabe cuánto le queda en este mundo.
En teoría eso no se hace.
Lo sé.
Pero todo nos mata día a día.
La persona a la que alguna vez amamos.
La persona que está enamorándonos.
El trabajo que uno venera y adora.
La familia que nos plaga de versiones duplicadas.
Sé bien que eso no se hace.
Ahora que escribo ya no tardan en dar las diez. Y no duermo porque aún la energía me sobra. Sale por mis dedos, mis ojos, mi sonrisa atornillada casi irreal.
La cama ahí luce cómoda. La comida ni se me antoja. Bebo agua mineral, nada más.
Y tecleo. Tecleo esto que quizá más tarde no tenga sentido..
Lo sé. Eso no se hace:
Matarme.
Pero porqué no adelantarse a lo que la vida nos depara.
Así sea con cachitos de muerte en dos dósis de media pastilla.
Maldita sea.
Ahora quiero saber qué es la ketamina.

domingo, abril 25, 2010

Yo, me rasco.

Este fin de semana me falta la inspiración.
O será que simplemente mi mente tiene otras cosas en la cabeza.
Quisiera negarlo pero mi cuerpo ya lo grita: Volví a rascarme.
Y yo sé porqué.
Serán las cosas que uno no controla.
Simplemente en este fin de semana me vino mi mal hábito.
Me pasa con la incertidumbre. En el tiempo, en esos días, o minutos en los que tomo una decisión, o espero noticias (buenas o malas) comienza ese mal hábito mío.
Me rasco.
Me infecto y termino con un camino de laceraciones en el cuello.
Será que son las únicas que me permito.
Porque por dentro intento hacerme el fuerte.
Desde el viernes me llegó la ansiedad.
Traía en mi cabeza esa cursi canción de Luisa Fernanda.
¿Cómo va? Creo que dice algo así como: “Quédate cariño mío, quédate aquí a mi ladito. Quédate te necesito. Quédate”.
Más obvia la rola no puede ser.
Más obvio no puedo ser yo.
Será que la ansiedad me gana y termino abriéndome demasiado.
Y si no lo digo por lo menos lo demuestro con costras en mi cuello y en mis manos.
Espero que la ansiedad se calme con la llegada del lunes.
Mientras canto esa cursi canción.
Y sigo ansioso.
Y espero noticias.
Y me rasco.

domingo, abril 18, 2010

Respiré muy profundo.
"¿Escuché lo que acabo de escuchar?", me dije.
Me quedé callado.
Por primera vez me habían cerrado el hocico. Con una sola frase. De jalón y rapidíto. Así, sin salivita.
Y sin pensar más sentí cómo se me agolpaba la sangre en la entrepierna y se me hacía un vacío en la panza.
"Sí, escuché bien", me dije otra vez.
Sus ojos me lo confirmaron.


***
Alguien me dijo que no existe la venganza.
Solamente existe la justicia.
Eso me gustó.
Y creo que lo comprobé.
Aquél pasó de largo.
Y no dije nada.
Bailó muy detrás, y lo vi apenas.
"¿Apoco vino?", preguntaron más de dos.
Digamos que solamente dejó claro el low profile. ¿Por qué llegué a dudarlo? ¿Por qué madres terminé ahí? Aunque fuera solamente una semana, creo que mi orgullo se devastó en esos días.
"Lo que no es para tí, aunque te pongas. Lo que es para tí, aunque te quites, mi Mundito", me dijo la Mena mientras se servía el whisky en la fiesta de Gaby Madrid.
Y sí.
Admito que intenté ponerme (en el buen sentido de la palabra) en más de dos ocasiones.
Y nomás no fue para mí. Definitivamente, no.
Son señales.
Medianamente crudo, a la mañana siguiente estaba bajo la ducha.
No paraba de pensar en dos cosas.
Uno. Mi lap jodida había valido madre y me había retrasado aún más en mi trabajo (hecho pésimo para un adicto un workaholic).
Dos. El asunto de mi lap me valía un reverendo sorbete porque las cosas se ponían en su sitio.
La gente. Las situaciones. La vida.
Qué pinche sabia es la vida.
Salí del baño, me senté frente al espejo.
Busqué a mamá en mis ojos (si mi daltonismo me lo permite, creo que son idénticos a los de ella). "Mami, vamos bien".

***

¿Qué sería? ¿Septiembre? No tengo certeza, pero Ángel algo comentó en la fiesta de Madrid y me recordó la escena. La borrachera, bastante curiosa y muy poco planeada.
'Noche solteros', 'ladies night', 'Sex & the Crisis'.
La bautizamos de mil formas.
Esa noche acabó como nunca pensé.
Tampoco me lo esperaba.
Como eso que salió de su boca.
No lo había planeado. Simplemente se salió de control.
Solamente confirmo que lo que es para uno, aparece.
La vida lo pone.
Habrá que detallarlo algún día.

lunes, marzo 15, 2010

Si tengo que decirlo

No sé porqué sabía que iba a volver.
Por algo tomé decisiones que jamás pensé en tomar.
Tengo ahora mis dudas de qué será lo que viene.
Dudas que me provocan una rasquiña horrible.
Dudas que me revuelven el estómago.

***

Papá lucía intrigado. Debo admitirlo.
Enfundando en su gabán me veía contrariado esta mañana de sábado.
“¿Qué pensará?”, me preguntaba yo mismo mientras partía el pollo en chiltepín y cacahuate hecho por Adriana. El sabor a naranja aún se sentía y combinaba en perfección con lo suave del picante.
“Quedó más jugoso esta vez”, dijo papá.
“Sí, está muy bueno”, yo decía buscando en la mente cualquier tema para cambiar el sentido que tomaría la plática. Sabía que lo iba a preguntar.
Y si no, lo preguntaría Adriana.
Constanza jugaba con su comida. Rebeca no paraba de cucharear los frijoles. Rodrigo pensaba antes de meterse cada bocado.
Miriam y Oscar nada más se veían entre ellos. Ellos que sí saben bien la historia. El silencio se sentía pesado.
Pero nadie cambiaba la plática.
A mi no se me ocurría nada.
Papá seguía intrigado.
Una semana atrás yo había llegado acompañado de una mujer que don Alfonso no conocia. Era Yamel, compañera del trabajo. La boda de la Gorda era el pretexto para llevarla. Más allá de que yo fuera acompañado, a mi pesaba más que solamente fuera una amiga la que iba conmigo.
Ya había pensado en mi cabezota otra compañía.
Otra persona. Pero me hice solamente ilusiones.
Tengo un mes atorado con eso. Sí, combatiendo lo que programe en una semana.
“No eras tú, Mundo, de veras que no te reconocía”, me dijo el buen Jorge, mi historiador consentido.
Exactamente. No era yo.
Después de la decepción que fue el encontrar seis años perdidos, el que apareciera alguien nuevo en mi vida dio verdadero aliento.
Parecía maldición porque, como ocurrió hace mucho tiempo, una semana duró el encanto. La luna de miel. Un día antes de partir a la boda mandé un mensaje:
“¿Qué hice mal?”, básicamente decía.
La respuesta llegó 20 minutos después y fue fulminante. Fulminante porque no había respuesta en concreto. “No todas las dudas se resuelven”, escribí al siguiente día en Facebook.
No sé qué pasó por su mente.

Pero después del mensaje que envió, yo seguí pensandole.
Luego vino la boda. Y odié asistir a un evento así, el epítome de lo cursi.
Le pensé toda la noche. Mientras bailaba las típicas rolas de boda. Mientras comía el pastel. Mientras reencontraba a los viejos conocidos de la prepa.

***

Regresé cansado de ese viaje, hace ya más de una semana.
Acomodando traje, abrigo, corbata y demás en el ropero. “¿Cómo te verías de traje?”, me se preguntó en alguna ocasión.Y la duda me vino a la mente. “¿Le habría gustado verme de traje?”.
Unos días más tarde se abrió una ventana del messenger.
Ahí dijo ser de lo peor. Dijo tener pena, tener miedo, tener todo... todo lo que le justificó para dejarme a una semana de conocernos mejor.
Justifiqué con el trabajo el no poder atenderle. La verdad estaba muy dolido. Sigo así.
Mi estómago reacciona solo con ver su nickname en línea.
O como cuando reviso enfermizamente lo que publica en Facebook.
En aquella conversación de messenger quedé en llamarle un día de estos.
Si soy honesto tengo admitir que me da miedo hacerlo.
Creo que me importa más de lo que debería.

domingo, febrero 21, 2010

11 ó 12

Munive puso la de whisky frente a mí.
Sí así fue.
“Ándele mi Mundo, chínguese uno”, y sacó un caballito de la micrococina que hay en la oficina. Lo llenó y lo dejó frente a la lap. De la manera más coqueta con sus manos gorditas dejó la botella de Johnny Walker ahí a unos centímetros de mí.
Vi el caballito. Vi a Munive. Vi a Octavio que andaba igual ahí en la perrera (como cariñosamente llamo a mis aposentos laborales).
Tomé el caballito y de jalón, de un solo golpe y sin pensarla, como si fuera tequila, me llevé para mis adentros ese alcoholito que la verdad, fue liberador.
Y Munive me sirvió otro. Y Octavio ponía esas rolas, las llegadoras. Volví a tomármelo de jalón mientras sonaba esa fina canción que reza: “Que chingueeeee a su maaaaadre”.
Y los dos se espantaron cuando me serví el tercero. Y el cuarto y el quinto. Yo seguía escribiendo. Para el séptimo ya había perdido cordura y el cabrón del Shaggy (como cariñosamente le llamamos a Octavio, es igualito) puso en la Mac “Soy lo prohibido”. ¿O fue Munive? No sé. Yo estaba ya bien pedo y eran las 8 y media de la noche de un lunes. Fue con esa canción que terminé jalando la caja de kleenex y me eché a llorar. De ahí en adelante tengo tremenda laguna mental.
Dicen los testigos que me chingué doce caballitos. La botella se quedó con poquito. Y mi alma, no sé porqué, también quedó vacía. Bueno, poquito.
Dicen los testigos que me dormí en la oficina de Munive. Que terminé debajo del escritorio maltrecho y desacomodado.
Dicen los testigos, y ya lo constaté, que me tiré mis debidas guácaras en los cestos de basura.
Dicen los testigos que nunca me habían visto tan borracho.
Yo digo que nunca me había chingado yo solito una tella de whisky.
Al Munive le ensucié su camioneta. Me dio aventón a mi casa y me bajé sin despedirme. Me fui haciendo el paso tipo Matrix hasta que llegué al depa.
La verdad es que fue liberador. Tiré mucha mierda emocional. Quizá fue malo para mi hígado, pero fue excelso para mi alma.
Ahora lo que me da miedos es que este blog va que vuela a convertirse en el ‘Diario de un borracho’.

martes, enero 26, 2010

Caldito de camarón (y un menyul) para el alma

Era viernes y yo debía estar en clase.
Cancelada de plano, de tajo, sin preocupación alguna.
La verdad es que mi cabeza estaba por estallarme.
Había amanecido con tremendo dolor...
Don Edmundo Velázquez, permítame presentarle a la señora Migraña.

En mi puta vida había sentido una punzada tan cabrona.
Y empezó desde el jueves. Caramba.
Salíamos del radio cuando Munive sugirió que fuéramos todos, toditos todos, por nuestros boletos para ir a ver a Muse en el Foro Sol.
Yo me apunté porque tiene rato que no me armo de una buena salida en manada con todos los gandules de la revista.
Resulta que cuando llegamos al Ticket Master me empezó una punzada.
Y puse, de inmediato, cara de Jack Nicholson en Las Brujas de Eastwick.
Sentía que me hacían brujería. Que Cher y compañía le clavaban alfileres a un Mundito de cera y vía satélite me llegaba el dolor en vivo y en directo.
“¡Pa’ su puta madre!”, pensó el marqués.
Nunca, insisto, nunca había sentido tal.
Nos fuimos por el obligado café y yo preferí echarme un tecito. “Yerbabuena, porfa”.
Y ya nomás escuchaba al Munive, al Bra y al Drodríguez echar desmadre.
Ni les entendía.
Les daba el avión.
Yo estaba nomás de puerco presente.
Mejor agarré mis chivas y me fui. Pedí taxi a mi casa.
Me tiré en la cama y apenas y me desperté para cumplir con los compromisos virtuales.
En la mañana Munive me contaba sobre la peda que se pusieron la noche anterior. Mi vida social había sido socavada por mi jaqueca.
En su cruda el buen Zeus sugirió como su tratamiento un caldito de El Paisa.
También un menyul.
“¿Qué madres es eso?”, pregunté.
Pero para cuando me estaban respondiendo ya tenía yo empinado el primer vaso jaibolero.
Sabía raro. Curioso. Yerbabuena macerada y una rodaja de naranja nadaban ahí en esa mezcla de anís, ron y quién sabe qué más.
Me había chingado mi primer menyul.
Y el dolor de cabeza terminó.
Vino un segundo que me puso borracho.
Pero el tercero, de regla, vino a recomponerme.
Eran las dos de la tarde del viernes y yo ya estaba entablado.
A veces creo que el mejor estado del hombre es el estado alcohólico.
Ahora nomás espero que la migraña no vuelva.
Y si vuelve, pues, ¡salud!

lunes, enero 18, 2010

Diego lo dijo. Así sencillamente:
“Usted escriba algo. Defínase. A partir de eso yo me malviajo”.
Y heme aquí.
Tratando de explicarme.
Buena pregunta…
¿Cómo madres me defino?
Si lo colocara por puntos creo que primero soy un cúmulo de miedos que no se dejan escapar de mi cabeza.
Como si mil bestias habitaran allá adentro, en ese ilógico lugar que es mi mente.
Es curioso porque mis miedos, mis temores, mis perspectivas, las más catastróficas, conviven en armonía con mis ideas, mis proyectos, mis mejores esperanzas.
Se llevan bien y viven todos los días entre ellos.
Enlazados, aderezando mi existencia.
La cabeza, no sé porqué, la tengo conectada al estómago.
Debo admitir que mi rabia y bilis pueden más en muchas ocasiones.
Pero ese mismo estómago me ha servido de inspiración.
Si me defino tengo que empezar con eso, además de ser sistemático en muchas ocasiones, suelo ser visceral.
Sonará contradictorio pero armo planes por meses en mi mente, que luego son empujados por mi estómago, por un mal rato, por un momento de ira, por un segundo de valentía.
Y me han salido bien.
Aunque no lo crea yo después.
Mi mente maquina, provoca la proyección de lo que quiero.
Pero mi estómago me lleva a hacer las cosas.
Será que se dividen la chamba porque en mi cerebro hay un montón de recuerdos ya. Es como si mi disco duro comenzara a llenarse.
Y eso que apenas tengo la información promedio de una persona de 27 años.
Entre esa maraña de recuerdos el que más pesa es la muerte de mi madre. Llevo años de luto. Un psicólogo bien podría decir que nomás no lo supero.
Lo cierto es que yo creo, que eso no se supera, se vive día a día, por tanto se sobrevive.
Hay días en los que despierto añorando el sabor de su comida, el aroma de su perfume, el sonido de su risa.
Caramba, pasa el tiempo y no dejo de extrañar a Doña Emma.
Quizá de ella proviene mi inquietud artística, frustrada y todo.
Era modista.
De niño tomaba sus patrones hechos en ese delgado papel unido por alfileres. Ahí hice mis primeros borrones, mis primeros rayones. La vi tardes enteras trabajando. Sin descanso, solamente se sentaba, servía café en su taza y desde un banco veía su obra terminada. Algún vestido de novia, o alguna copia de Channel hecha por encargo de alguna niña wanabe de Necaxa.
De papá recuerdo lo mismo.
Llegando cansado de la planta de Necaxa, o de la subestación El Salto.
Dedicó así 35 años de su vida a Luz y Fuerza, compañía que le dieron el cerrojazo el 10 de octubre del 2009.
Papá alcanzó a jubilarse años antes de la muerte de mamá y tuvo tiempo suficiente para regalarse las infidelidades que quiso. Estuvieron a punto del divorcio, solamente se paró cuando el doctor les informó a ambos que mamá tenía cáncer cérvico-uterino, muy avanzado y que había que hacer algo.
Esa fue la única vez que mamá no tuvo ganas de trabajar. Cuando le avisaron del cáncer dejó de hacer diseños y confeccionar atuendos.
Quizá esa pasión incansable de ambos es la que provoca otra de las cosas que me definen: soy adicto a la chamba.
Ese ejemplo me dejaron.
A no temerle a dos cosas, a la muerte y al trabajo.
Papá vive ahora casado con otra mujer que lo cuida y que hemos aceptado en la familia. Pero nadie como mi madre.
Cuando mamá murió, mi padre decidió deshacerse de la casa donde crecimos sus cinco hijos. Rompió con todo y se compró un terreno donde afincó un microrancho perdido en la sierra norte.
El pueblo se llama Venta Grande.
Yo lo aborrezco porque en verano el polvo hace más insoportable el calor y en invierno el frío cala en los huesos.
Apenas papá llamó para decirme que lo quiere vender, ya no soporta el clima a sus casi 59 años.
Parte de mi ritmo de vida es también definido por eso.
Si me muero mañana quiero que haya vivido cuanto haya podido.
Si me detectara una enfermedad terminal no haría nada para defender mi cuerpo.
Que dé lo que tenga que dar, que me muera, pero bien vivido.
Y bueno, como en algún día se me iba la vida dejando en el papel mis garabatos, hoy pasa exactamente igual, pero dejando letras.
No puedo vivir un día sin escribir. Eso creo que es lo que más me define. En la agenda. En una servilleta, en la lap. Para la revista, para mí o la agencia de noticias.
Para quien sea.
Pero escribir es mi vida.
No sé a dónde me lleven las letras.
Pero siento que voy en buen camino.
Lo que siento que no va en buen camino es mi corazón.
Sentimentalmente soy un asco.
A veces siento que no tengo algo allá adentro del pecho. Por eso me encanta igual El Mago de Oz y toda esa parafernalia que ha provocado desde su publicación a inicios del siglo XX.
Frank Baum no se habría imaginado que realmente en este mundo hubiera quién se sintiera como el hombre de hojalata. Realmente hay quienes nos sentimos vacíos, fríos. Así. Sin nada dentro del pecho.
No quiero aburrir con este texto, eso es lo que menos buscaría. Así que mejor corto aquí mis autodefinición.
Bastante material tendrá ya don Diego.
Espero que quede chido.

viernes, enero 08, 2010

Tarde fría de enero

Será que tengo la piel delgadita.
Porque viniendo de donde vengo, y habiendo crecido acostumbrado al frío, a la lluvia pertinaz, a los grados bajos que calan en los huesos, resulta raro que últimamente me sienta abatido por el clima.
El clima motelero. El ánimo de pueblo quieto en la ciudad. La gente abrigada y otros tantos corriendo bajo la lluvia me hicieron retomar la atmósfera de ese Necaxa que tuve de niño.
Hoy mi tierra se me vino a la mente.
De aquél pueblo donde, cuenta la leyenda, nacieron los Rayos del Necaxa, no recuerdo día perfecto.
Siempre fue extremo.
Con sol a todo lo que daba. O con una temperatura de muertos.
De niño vi pasar días completos de aguanieve. Días en que no se veía el sol y la lluvia no dejaba de caer.
Me tocó jugar en la nevada del 89. Aquella que jodió el negocio cafetalero, la milpa y el frijol que se esperaba para marzo.
El abrigo algunos ni lo conocían. Los niños del cerro (como el populacho les decía a los más pequeños habitantes de Necaxaltépetl) se la pasaban con sus huarachitos. Si bien les iba un suéter tendrían. Si no, pues no dejaban de correrles las velas de mocos y tosían sin parar. Las niñas, que desde los nueve o diez años ya se empleaban como ayudantes de cocina o empleadas domésticas, siempre con su enagua y su huipil. Un sarape era la gloria para ellas.
Aquellos con más suerte, los hijos de la Luz, de trabajadores de la hoy extinta Compañía de Luz y Fuerza, no tenían qué temer. Algunos presumían la chamarra de la compañía. Con lana y de mezclilla. Los logotipos del rayo en el hombre pecho y espalda. Y mínimo un suéter más para la escuela. Uno que hasta combinara con el azul marino oficial de la escuela Artículo 123 Obrero Mundial (sí, así de largo el nombre de la institución).
Qué curioso.
Yo acá quejándome del frío en la ciudad, y allá en la sierra andan a 3 grados, al menos.
Allá muchos de mis compañeros de la primaria, conocidos, primos cercanos o lejanos y demás, están con su invierno más frío.
Un invierno en el desempleo.

martes, enero 05, 2010

El evangelio según San Chicharrón

“A todos los gays deberían de ponerlos en fila. Y luego, ¡fusilarlos!”, dijo papá.
Yo me quedaba callado.
Él solamente me veía de reojo.
No sé.
A veces me da risa.
A veces mejor me quedo callado.
Papá es así.
Contradictorio.
Duro.
Orgulloso.
Apaleado por la vida.
Impredecible.
Inquebrantable, por lo menos a la vista de sus hijos.
La sierra estaba casi a a dos grados centigrados.
Pero a veces siento que el corazón de papá está congelado.