domingo, julio 31, 2005

¿Y qué?

Soy una nuez mala, una de esas podridas.
Soy un niño, un inmaduro. Tengo 22, estoy en mi derecho de serlo.
Soy un conformista que intenta redimirse. Tengo miedo de no lograrlo.
Soy pobre, no tengo dinero ni nada que dar, diría el puto de Juanga
Soy un ojete, a veces lo disfruto.
Soy un mal hijo, un mal hermano, un mal amigo. Me da miedo que ser más descarado.
Soy un mal crítico de cine, me dejo llevar por las emociones, salto y me asusto.
Soy claustrofóbico. Sudo frío cuando me siento más de cinco metros bajo tierra.
Soy un inestable. Si no me creen pregúntenle a Selene, a Zeus, a Josué o a Marco.
Soy un recuento de dudas, un manojo de nervios y me como las uñas.

Debo dinero, por eso no saco tarjeta de crédito; me encanta la mota, y la extraño un chingo; me atraganto de tacos, pero como a deshoras; me ahogo en tequila, en vodka y chela también; curioseo en exceso, soy mirón y morboso; no pregunto, interrogo; me defino ególatra, no me da pena; me miro mucho en el espejo, me excedo en la vanidad; resumiendo cuentas, tengo broncas. ¿Y qué?

lunes, julio 25, 2005

Limpieza de fin de semana

With your feet on the air...
...and your head y the ground.

Where is my mind-The Pixies

Lupita me confesó sus dos abortos. Ocurrieron poco tiempo después de que naciera la primera de sus hijas, aquella que tuvo cuando apenas era una adolescente y tenía 15 años. Mientras hablaba a detalle de los métodos y el pedazo de alma que huyó hecho despojos de fetos, su cara remitió inmediato dolor, algo de culpa, mucho arrepentimiento.
A Lupita la conozco desde hace seis meses que llegó a limpiar el departamento de la Juárez. Ahora cada semana la tengo consintiéndonos a Selene, a Tocho y a mi. Siempre nos encuentra crudos, madreados por las pachangas o muertos de sueño por la semana difícil que tocó vivir. Este fin de semana me encontró solo y divagante, muerto de melancolía por el cielo nublado que irremediablemente me recuerda a Necaxa y mis wonder yaers. Sólo faltó "With a little help from friends" como música de fondo en este fin de semana.

***

Detesto trabajar en domingo. Me levanté tarde después del jueves, viernes y sábado que me tocaron como dosis de vida diaria. Ayudé a Lupita a distinguir entre las calcetas mías y las de Selene. Puse Where is my mind y resultó que Lupita le agrada la voz de Brian Molko en las letras de los Pixies. Quién lo diría... Nos hemos convertido en buenos amigos. Ella es la encargada de los chilaquiles cada que amanezco con la piel reseca por el tabaco en exceso y los riñones indignados de tanto alcohol. Hoy domingo ya escuchó toda la letanía de mis juergas.

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Es sábado y el Kike estrena. De hecho lleva ya unas semanas con nueva piel. Nuevos ojos, nueva piel, nuevas las manos... diría Ely Guerra. El Kike dejó a Ricardo luego de tres años de relación. Ahora se aventura con un chavo nuevo que se ve emocionado. Como todos al comienzo. Kike no tiene miedo. Tiene una agradable sonrisa cuando habla de sus esperanzas. Se siente independiente. Siente que es lo mejor que le ha podido pasar por el momento. Es sábado y me pide que lo acompañe a un paseo con la mejor amiga de su hermana Karina. Tres chelas en la botica, y otro noche con alcohol encima.

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Mal antro de viernes. Estados inconvenientes. Se esperaban sombrerazos, marejadas en bordes de cristal. No hubo tales. No hubo tal. De cinco conocidos cuatro fueron indeseables y uno decepcionante. Curtido en alcohol el último, como cada vez que lo veo. “Estoy bien pedo”, dice el adicto al bacacho acercándose a mi oído. Yo prefiero dejar la conversación en un “hola”. El lugar malo. Incluso mejor se veía cuando fue el Crazy Bull. Sin alma y el show pésimo. Muy parecido a todo lo que existe por acá.

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Termino hasta mi madre en jueves. Tequila y mal humor. Evite mezclarse. Botana para terminar el exceso y rostros nuevos que intentaron romper el hielo. Panistas contra CAMBIO. El saldo no lo recuerdo, no recuerdo si los albiazules terminaron peor que nosotros pero las gargantas de Selene y Zeus salieron al quite ante mi mariconería de irme a dormir a las tres treinta de la madrugada. Salud.

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Despertaré el viernes escuchando a Placebo. El sábado admirando a la Belucci. El domingo con esperanzas para la noche y el lunes despertaré con sueño, pero con una sonrisa imborrable. Esperemos dure una semana.

miércoles, julio 13, 2005

Que descanses


Dry your eyes
Soulmate dry your eyes
Couse' soulmates never die

Es más de media noche. Quiero dormir pero el café me alteró los nervios.
Pensé la última vez que el miedo me derrotó.

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Una mañana. Un 16 de octubre. No sabía que el entierro sería al filo de las cuatro de la tarde. Regresaba del auto hotel Necaxa cuando dejé instalados a Xu, Paula Selene y José Luis. Nunca me preocupé por si dormirían bien. Fue más bien acomodarlos y regresar inmediatamente a casa. Eran las siete de la mañana y ya clareaba el día, iba caminando con los chamacos de la secundaria que se dirigían al fondo de la colonia Azteca, a unas 10 casas después de la mía. Yo me dirigía donde el luto se amarraba al quicio de una puerta en forma de moño.

En la casa mi tía Luisa hacía envueltos con el último mole que sazonó mi madre. Alcanzó bien para dos refractarios que se retacaron de tortilla, pasta, queso, pollo y cebolla. Mi tía Dora seguía sentada cerca del féretro. Atónita mirándolo. Mi padre atendía al gentío que llegaba para el primer rezo del día. Poco faltaba para el entierro.
Café, malos diálogos fingidos entre nosotros. Mis hermano pasaban de largo entre cacerolas con atole o tamales. ¿Un velorio será para mantener ocupados a los dolientes? Siempre me pregunté eso. Aquellos vestidos de luto tienen poco tiempo para escaparse a llorar en su rincón favorito. Yo me perdí en una alcoba que encontré vacía derramé la lágrima número ene y terminé dormido sobre la almohada mojada.

Horas después Miriam entró a despertarme. Habían llegado por la caja. Había el triple de gente que la primera noche. Montaban el ataúd de cedro sobre la lúgubre carroza. Se llevaban su cuerpo. Mis tías tomaban gladiolas entre sus manos. El cortejo había comenzado. Mi Padre caminaba detrás del automóvil agarrado del brazo izquierdo por Blanca y del derecho por Miriam. Claudia seguía detrás de ellos abrazada por mi. Alfonso nos alcanzaba tomando a Suhail, su esposa. Esa era la escena. El pueblo se detenía con ojos morbosos, lo cruzamos con dolor hasta llegar al panteón.

Dentro del camposanto todos pasaban para despedirse del cuerpo. Recuerdo que fuí el último en pasar. Los gritos se me ahogaban sobre la tumba que comenzaba a ser tapada. Mi mano alcanzó un montón de tierra que por el clima más bien era barro. Apenas y pude tomarla con fuerza pero arrojé lo que pude sobre el féretro. Al voltear pude escuchar el grito de Karla que aún lloraba por su abuela.

Una semana después del entierro papá y yo nos quedábamos solos frente a la puerta del zaguán que sirvió para los funerales. Fue el último día del novenario. El aroma a flores seguía impregnado en el ambiente. Miriam regresó a México, mi hermano regresó a su trabajo, Blanca volvió con su marido y Claudia a cuidar de sus niños, a convencerlos de que su abuela Emma no volvería.

Mi padre y yo nos volteaos a ver cuando el zaguán quedó cerrado. El último de los picaportes de acero quedó sellado y yo simplemente musite tres palabras:

-Buenas noches pa.
-Buenas noches Edmundo. Que descanses.

Siguió un fuerte abrazo. El durmió solo en la recamara que compartió por casi 25 años con Emma Vargas. Yo recorrí el pasillo hasta el fondo de la casa. Tomé la última pijama que mi madre me confecciono. Me la medí, aún me quedaba. La usé esa noche y apagué las luces...

—Buenas noches mami. Ahora sí, que descanses.

martes, julio 12, 2005

Buenas y solas noches

Traigo una prisa enorme por vaciar esta silla. Creo que se acabará el límite de llegada. ¿Estará aún abierta tu puerta? ¿Podré dormir abrazado por ti? Espero el vw de Andrade no se descomponga sobre el bulevar Valsequillo y termine la noche regresando a casa. Muerto de cansancio.

***

Mi padre podrá decir que sólo le hablo en quincena. Pero hoy lo extrañé. Debo admitir que odié cada vez que revisaba mi saldo y veía la misma imagen:

SALDO: $ 44.00 PESOS

Maldito cajero, maldito bolsillo vacío, maldito hábito de gastar mucho. Selene dice que me he vuelto avaro. Más de lo que ya era. ¿Será?

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Son más de las once de la noche y a la portada no le veo hora para que el Grinch la termine. Creo que hoy duermo solo. Tengo sueño.

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Hoy recordé la última vez que terminé con los bolsillo vacíos. Fue por una mujer. Eran las ocho de la mañana de algún diciembre de 1998. Se llamaba Ana y fue lo más cercano que estuve a caer enamorado de una hembra.
Ana tenía bellos senos, dos años más que yo y por ella tuve grandes problemas con mi amigo Beno. Él quería con ella. Ella conmigo. Ni modo. Las cosas se dieron y no pude echarme a correr. Estaba emocionado.
Esa mañana de diciembre Ana tenía que regresar a Pachuca. La niña no tenía para su camión. Salí como héroe a su rescate. Le pagué el boleto, la fui a dejar.

Un boleto para Huauchinango— había pedido yo. Me revisé el pantalón y me quedé en ceros. Corrí al cajero y mi tarjeta estaba peor de muerta.

SALDO: $ 00.00 PESOS

El incidente se solucionó con una llamada a mi casa, dos gritos de mi padre y un rápido depósito de mi madre. No volví a salir corriendo con lo que tuviera en la bolsa. No he vuelto a entusiasmarme tanto por una mujer.

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Son las 11:20 pm. Hoy dormiré sin compañía. Ahora suena “La llorona” en la redacción y siguen revisando la ortografía a la portada. Buenas y solas noches. ¿Será cierto eso del té de calzón?