La caminadora estaba en velocidad baja.
Ocho kilómetros por hora e inclinación
al 15 por ciento.
La instructora nos demolía con su
combinación de técnicas de ejercicios funcionales sobre la banda de
la caminadora.
De repente ordenó a todo el grupo
bajar el ritmo:
“Ahora zancadas largas y flexionan,
sin que la el pie exceda a su rodilla”, dijo en su tono militar.
–A pesar de que mide menos de 1,65 la
instructora tiene porte militar y una voz de mando. No le puedes
decir no. Nunca–.
Mientras hacía lo ordenado voltee a
ver a una de las pantallas colocadas frente a la caminadora.
MTV puesto en una de ellas.
Sí, MTV aún existe en estos tiempos
donde los millenials toman la más mínima tontería como
controversia o como bandera mientras sea políticamente correcto.
En MTV aparecieron, justo en ese
momento, dos calcetines hablando entre ellos, unos títeres horribles
con ojos hechos con plumón.
La versión súper low cost de los
muppets.
“Mike Shinoda – Ghosts” leí en
la pantalla.
¿¡Mike Shinoda!? ¿Volvió?, me dije
a mi mismo. Y comencé a ignorar a la instructora.
Bueno escuché y obedecía.
Subía, bajaba, corría, bajaba intensidad. Patadas atrás, corría de un costado, corría de otro costado.
Mi cuerpo estaba ahí.
La clase siguió pero mi mente ya
estaba en otro lado.
Es julio y apenas me voy enterando que
a finales de marzo, el cocreador de Linkin Park salió de un letargo
tras el suicidio de Chester Bennington para hacer un disco nuevo, un
disco en solitario, muy lejano al concepto Fort Minor que igual probó
independientemente de la banda que marcó a casi toda mi generación.
Las pantallas estaba en silencio. Así
que esperé a que la clase terminó y corrí a Spotify.
“Post Traumatic”, busqué.
Y no dejo de escucharlo desde entonces.
El muy cabrón usó todo el dolor
personal en un discazo.
¿Qué peor dolor que perder a alguien
cercano? A un amigo.
Me sonó muy conocido.
***
¿Qué haría Selene Ríos?
Es una pregunta que me hago casi todos
los días.
Me la hice muy seguido en temporada
electoral al estar frente a granaderos, en medio del gas pimienta,
atorado en un hotel amotinado y al momento de escribir casi todo lo
que tenía que escupir sobre las teclas de la computadora.
Desde que el cáncer cobró una tercera
víctima entre mis seres queridos no dejo de pensar quién será el
siguiente.
O cuándo me tocará a mí.
Primero fue mi madre.
Después Selene.
Poco después mi tía Dora.
También no dejo de preguntarme eso...
¿Qué haría Selene?
Me la pasé preguntándome en la
cobertura de las últimas elecciones.
Y ahora que escucho el Post Traumatic
de Mike Shinoda, me confirma que las decisiones tomadas no fueron del
todo mal.
Ante cualquier duda tomar la decisión
de arriesgarse resulta la menos cómoda.
Pero es una decisión.
Te hace cruzar esa línea.
Esa decisión que tomarías solo en
momentos de presión resulta quizá la mejor.
“Hay demonios dentro de mí
Así que los enfrento tomando una
decisión.
Ya sea tratando de ignorarlos o
dándoles voz”, dice Shinoda en el primer verso de Crossing the
line.
***
Terminó la clase con la profesora que
parece sargento.
Corrí al sauna. Después a las
regaderas.
El agua estaba hirviendo.
Todo ese día, el cuerpo me reclamó lo
jodido que lo dejé.
Es curioso. Ese día, escuchando las
primeras rolas de Shinoda salió la tensión de mi cuerpo.
La música de este hombre me llegó
como bálsamo a la piel después de un día de sol abrasador, digno de
la mixteca poblana.
Me cayó como los consejos que aún me
susurra Selene cada que le pregunto qué haría ella.
A los guerreros aztecas les decían que
si un colibrí los visitaba eran antiguos caballeros águila dándoles
aliento en temporada de incertidumbre.
Un colibrí me visitó todo este
tiempo.