miércoles, octubre 17, 2007

Nomás por no dejar...

Periodismo y homofobia*
-O el agridulce elixir de vivir de la prensa, como reportero gay-


Edmundo Velázquez

A mi madre, en su sexto aniversario de muerte.
A mi amigo Toño, contabilizado por la PGJ como el suicida número 4 del 2005.


Escenario uno. La homofobia desde las fuentes informativas.
En la Procu, algún burócrata que se quiso hacerse el chistoso, de esos que no faltan en las dependencias públicas, tuvo a bien poner una fotografía tomada de “El Sol de Puebla” donde tres travestis aparecen acompañados por dos policías municipales.
Bajo el pie de foto, el cual era simplemente informativo y daba los nombres de los travestis (no sus nombres artísticos, cabe aclarar) aquél burócrata chistoso que colocó la foto, también puso un letrero que decía en tono preventivo y burlón: “¡Aguas!”.
Este tipo de ejemplos se pueden dar día a día. Desde las dependencias públicas, que generalmente son la mayoría de las fuentes informativas, inicia un proceso noticioso con tendencia a la homofobia. “Esta nota está buena, dos lesbianas mataron al hijo de una de ellas”, comentan los reporteros tras ruedas de prensa escandalosas de las que saldrán notas periodísticas aún más escandalosas.
Y es que, la prensa coloca entre sus páginas un montón de estereotipos, clichés generalmente celebrados por todos nosotros los reporteros, porque si no, pues no es nota. Así que los estereotipos más escandalosos atraerán por tanto nuestro morbo. Y como ocurre en muchas ocasiones, nuestro morbo, ha crecido por una serie de prejuicios.
¿Qué tal cada que leemos sobre un asesino serial que solamente busca matar travestis? ¿Qué tal del caso de aquellos “chichifos” que mataron en plena Zona Rosa a un posible cliente?
Como en la mayoría de las ocasiones la prensa atiende a un objetivo, que los lectores, ávidos de morbo, compren más diarios y tabloides. “La cabeza es la pirotecnia de la nota”, dirán muchos editores. En una oración tendrás que agrupar el sentido más escandaloso de la nota, el más agresivo, y mientras menos palabras uses, será mejor.

Escenario dos. La homofobia desde casa.
Cuando se dio el fabuloso ‘Coming out’ ante mi hermana, en su cabeza pasó de seguro la imagen configurada que tenía en su mente de la palabra “homosexual”.
Ella, educadora de kínder, quien me había conocido todas las novias de la prepa y que trabajó en el DF más de siete años siempre tuvo la curiosidad de hablar con alguno de los travestis que se ofrecían sobre Avenida Tláhuac, lugar donde vivió por años con su primer marido. Nunca lo hizo. “Le dio pena”, según me dijo. Pero la concepción que ella tenía de la palabra “homosexual” era esa. Un hombre vestido de mujer, ataviado de peluca, tacones y un maquillaje cargado quién sabe con qué desviaciones y quién sabe con qué traumas.
Cuando le dije a mi hermana sobre mi orientación sexual ella se fue de espaldas. Por el estereotipo que tenía en la cabeza, el verme así, como me ve regularmente (como me ven hoy en esta charla) nunca le hizo pensar que yo fuera homosexual.
La gente que crece acostumbrada a los estereotipos, como creció mi hermana, como crecí yo. Estamos acostumbrados a que el mundo se nos resuma en dicotomías de blanco y negro, de bueno o malo. De macho o macha. Y aquellos que buscan otros colores, otros caminos, rutas y vías alternas simplemente quedan relegados. Aunque, la historia de la humanidad nos ha llevado a encontrar que en casos como el del Colectivo LGBTTT (y no se cuántas más tés) se ha generado una cultura emergente.
Escenario tres. De la suma de las partes.
Con estos dos escenarios he crecido en mi vida personal y profesional. Sin caer en el llamado periodismo de militancia, intento que cada caso donde existe homofobia sea expuesto en el medio de comunicación donde trabajo. Así ocurrió cuando conocí a Ángel y Juan Pablo, pareja gay que fue despedida de Findlay Industries porque a uno de ellos le fue diagnosticado VIH/Sida. Lamentablemente la aparición del caso en TV Azteca, CAMBIO y La Jornada de Oriente (en ese orden) no fue suficiente. A los dos muchachos los despidieron sin más ni más porque el jefe de producción de la línea donde laboraban fabricando toldos del modelo Bora de la Volkswagen le dio miedo terminar infectado. Ya saben, su ignorancia sobre el tema lo levó a pensar que todos ahí estarían contagiados, incluso amenazó con mandar a exámenes clínicos a todos los trabajadores para “cachar” a otros “amantes” en potencia de los muchachos con VIH. De manera personal sentí un poco de frustración porque el caso, a pesar de tener el potencial del “escándalo nacional” anhelado por cualquier medio de comunicación en un estado fue ignorado por otros medios. Poco a poco se desvaneció entre la opinión pública y aseguro que a menos que cualquiera de los medios que ya lo presentó, lo retome, no habrá más noticias de Juan Pablo y de Ángel. Si alguien esta tarde tiene alguna noticia de ellos se agradecería, porque ni las organizaciones de la sociedad civil mostraron cohesión con ese tema.
Y por último un escenario imaginario.
Imaginemos otro escenario. José Ignacio y Martín llevan ya más de siete años juntos. Y salen a pasear a sus perros todas las mañanas. Tras el ejercicio regresan a sus casas y cada uno se marcha al trabajo. Es casi un ritual que se cumple puntualmente antes de las 7 de la mañana. Hasta que un día, un maniático los sigue. Los ataca a punta de arma de fuego y después los lleva a su casa. Si al otro día sus cuerpos aparecen cercenados y sus mascotas aparecen muertas en el parque será nota. Se los aseguro, eso sí lo cubrirán los medios de comunicación. Y mientras tanto, nuestras autoridades cerrarán el caso. Bastará que la procuradora declare: “fue un delito pasional”. Como con tantos crímenes de odio el caso pasara desapercibido y archivado. Como ocurrió con 7 asesinatos sumamente parecidos que ocurrieron a finales del 2004 “todos aislados” como dijo el entonces procurador Héctor Maldonado Villagómez. Este escenario no fue tan imaginario, con otros nombres, las victimas existieron. Murieron a golpes. El cuerpo de uno de ellos fue tirado en un costal ante la puerta de su familia. Y bajo la puerta de su departamento apareció un recado “Muéranse malditos homosexuales”. Los muchachos fueron atacados en Los Fuertes, cuando apenas había aclarado el alba.
¿Entonces vienen las preguntas? ¿Dónde está la homofobia? ¿En los reporteros que catalogaron como “una buena nota” la masacre de la pareja? ¿En la PGJ que cerró el caso? ¿En la legislación que aún no reconoce el crimen de odio? ¿En los reporteros que se negaron a indagar en el caso de los obreros despedidos Findlay? ¿En la gente que goza del morbo? ¿En nuestra educación o en la carencia de ella?
***

Como conclusión puedo decir que mi oficio se trata de ir resolviendo preguntas. De desentrañar un tanto misterios, casos, hechos. Investigar e informar. Pero hay ocasiones en que las preguntas se vuelven eternas. En nosotros está responderlas y enfrentar que aún entre nosotros, incluso entre la gente “de ambiente”, en la gente gay friendly, existe un tanto de homofobia. Y mientras eso se mantenga la prensa seguirá atento a eso. Al pueblo, seguirán dando circo.
_________
*Este fue el texto que presenté, o vaya, expliqué en la mesa redonda sobre Periodismo y homofbia el día en que arrancó la semana cultural LGBT en Puebla. Sí, a donde salí corriendo muerto del nervio.
Ahí la dejo para aquellos que gusten leerla.
Espero sus comentarios.

3 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Hola Mundo.

Creo que la homofobia está en la suma de las partes: si uno de los factores no tuviera el prejuicio, el resultado no sería un desden informativo hacia la comunidad LGBT, porque al menos ese lado "sano" buscaría un medio de comunicación que no este maleado, o un medio no aceptaría una nota amarillista ni una declaración a leguas "tranquilizadora" de buenas conciencias.

Así pues, todo queda en la suma: la educación que tengamos independientemente del lado al que pertenezcamos, ya sea quienes reportan -tu, por ejemplo-, quienes clasifican -yo, editor- y quienes juzgan -jefes de información y autoridades-. Si uno de ellos está maleado, toda la cadena se contamina y terminará en un caso más de nota roja.

Saludos desde Cancún,

Nef.
http://nefmex.livejournal.com

ALMDATA dijo...

Así es estimado Mundo; nadie se escapa de ser confrontado ante sus prejuicios, incluso los que se jactan de no poseerlos. No está nada fácil, continúan la falta de empatía y respeto, no sólo contra los homosexuales, también con las mujeres, etc, etc. Claro mientras no se trate de la familia de uno todo marcha bien y criticas a tus anchas; pero si no, entonces sí se te caen los calzones. Ojalá que los que pregonan el amor familiar en tv, sensibilicen a la sociedad y futuras generaciones de que ese amor también es en las malas. Gracias por su espacio señor, lo felicito por su ponencia!