martes, octubre 23, 2007

Perra perra vida

Distinguí a Margarita en la distancia.
La fría mañana de este martes caminaba sobre la 9 Oriente cuando la noté, sonriente, increíble.
Bendita sea la casualidad porque llama a aquellos de los que anhelamos tener noticias. me prguntaba sobre cómo se encotnraría ahora que pasaba un momento difícil.
Y de repente ahí estaba ella a unos metros, dentro de su auto, José manejaba. Su marido sintió mi vista pesada y yo me crucé el bulevar para escucharla y constatar que estaba bien. José pitó dos veces y yo devolví el gesto con un grito, salté al arroyo vehicular, Margarita abrió su ventanilla.
“Margarita… Estaba pensando en tí... Me entere, me enteré...”, le dije con los ojos a punto de hacerse agua. Casualmente ella se vio más fuerte cerró los ojos un nanosegundo y dijo “gracias”. Iba de negro, pulcra, como siempre con su pelo peinado en coleta hacia atrás.
Cambié el tema mientras el tráfico del bulevar seguía su curso y a mi me importaba un carajo el verde del semáforo.
“Al rato hay misa en su honor ¿no?”, dije para matizar sin que se me salieran las lágrimas.
“Sí, a las siete en Huexotitla”, dijo brevemente mientras yo me despedía diciendo otra vez mis condolencias, casi mudo por el nudo en la garganta.
Si bien no conocí a su padre, conozco el dolor por el que pasa.
Margarita es de las profesoras con que más disfruté en la universidad, de las que más aprendí y a quien considero una amiga.
Su padre falleció hace dos días.
¿Causa? Cáncer.
Ayer fue sepultado en Tetela de Ocampo, de donde era originario.

1 comentario:

Gonza dijo...

Q lastima lo de Margarita... tu amiga... Por mas que pasan los años, nunca se esta realmente preparad@ para la muerte de alguien tan importante como el padre... lo digo por experiencia...
Saludos desde el sur del mundo ^^