martes, diciembre 13, 2005

Color rojo

Hoy me pregunté a qué huele la sangre. La observé regada otra vez en el piso, como si pintara de rojo el asfalto. Cada que pasa eso, me pierdo en el rojo —uno de lo pocos colores que mi daltonismo me deja ver—, quiero tocar el pesado líquido, quiero oler.

***

Cuando por primera vez terminé con la cara bañada en sangre fue por culpa de una gripa. No paraba de sonarme los mocos y terminé provocando tremenda hemorragia desde mi nariz. Tenía cinco o seis años. Pero comencé a jugar con la sangre que a borbotones me salía.
“¡Chamaco cochino!”, gritó mi tía Leonor. Estaba yo esperando con tupperware en mano a que terminara de freír las gorditas y tostadas que vendía todas las noches (a excepción de lunes) para que me despachara. Esa noche regresé sin gorditas, sin tostadas, pero con bolas de papel de baño atornilladas a mi nariz. Debo admitir que un poco de esa mezcla de mocos y sangre fue ingerida por mi pequeña persona. El sabor no fue malo.
¿Será enfermedad? ¿Sería la edad? ¿Quién osa negar que se comió los mocos en su infancia?

Tres metros salí volando por puerta trasera de la secundaria. Tremendo resbalón provocó que mi cuerpo desafiara a la ley de gravedad para caer, de rodillas sobre una calle de pura grava. Como resultado, volví a ver el color escarlata. Me limpié el polvito, me quité las piedritas incrustadas y me lamí la rodilla izquierda. El sabor no fue malo.
¿Sería el nerviosismo de que toda la secundaria me observaba tirado en el piso en pleno cambio del turno matutino el que provocó tal acción?

Cuando el médico legista tomó los sesos de un pobre hombre, muerto por la defensa de un trailer, yo ni me inmuté. Me aprendí los pases del bisturí. El nombre de las herramientas. Pensé: “Debí ser doctor”. Reculé de inmediato: “No. Que flojera”. Antes que asco, sus vísceras me provocaron curiosidad. Antes que dolor, el corte de la piel me recuerdo la grasa del pollo, pues los centímetros entre epidermis y músculo lucían como grasa fría del pellejo de un ave.
¿Será morbo? ¿Será enfermedad?

***
A pesar de toda sensación insana, cuando descubrí al pobre atropellado bajo la sábana, acompañado de una veladora y teniendo de fondo la unidad de Semefo, descubrí que si quiero morir, pero no de ese modo. Por mucho, que me guste el sabor de mi sangre.

2 comentarios:

Tuss dijo...

A mì tambièn me gusta el color de la sangre(de la mìa muy particularmente), y suelo perderme durante horas viendo con fascinaciòn como escurre de mi piel, sòlo que no me gusta el sabor... Me gusta el rojo.

Cotex Pérex Oxcar dijo...

Pinche misógino moralista, me gustó tu texto