domingo, mayo 09, 2010

Morir de a poquito.

En teoría, eso no se hace.
Pero las cosas prohibidas son las que saben mejor.
Caí otra vez. Y se sintió bien.
Seis horas bailando gracias a una pastillita milagrosa que me da diversión a cambio de unas cuantas neuronas muertas.
Porqué será que el pulso se me duplica, la vena en la frente se me salta y las piernas se me vuelven resorte con tan remilgado aditamento.
El Doctor me la receta, surte y administra. Vigila el proceso. Y no se aparta. Ahí está en caso de cualquier recochina taquicardia.
Los efectos secundarios son menores.
Urge agua para el sabor amargo y lo seco de la boca. Con eso basta.
Ahora resulta que soy hijo bastardo del positivismo comtiano, y justifico esto con mi vocación que me provoca explorar.
Experimentar.
Vivir.
Aunque me mate poquito.
Porqué no hacerlo si uno nunca sabe cuánto le queda en este mundo.
En teoría eso no se hace.
Lo sé.
Pero todo nos mata día a día.
La persona a la que alguna vez amamos.
La persona que está enamorándonos.
El trabajo que uno venera y adora.
La familia que nos plaga de versiones duplicadas.
Sé bien que eso no se hace.
Ahora que escribo ya no tardan en dar las diez. Y no duermo porque aún la energía me sobra. Sale por mis dedos, mis ojos, mi sonrisa atornillada casi irreal.
La cama ahí luce cómoda. La comida ni se me antoja. Bebo agua mineral, nada más.
Y tecleo. Tecleo esto que quizá más tarde no tenga sentido..
Lo sé. Eso no se hace:
Matarme.
Pero porqué no adelantarse a lo que la vida nos depara.
Así sea con cachitos de muerte en dos dósis de media pastilla.
Maldita sea.
Ahora quiero saber qué es la ketamina.

No hay comentarios.: