domingo, diciembre 13, 2009

Maybe not

Mi madre seguro me heredó algo de su intuición.
Y ultimamente no me falla.
Pensaba mucho en Karla.
"¿Por qué será?", me preguntaba.
Ya llevaba días así.
Todo empezó cuando acababa el segundo libro de Stieg Larsson.
Ya iba en las últimas páginas de esa historia y se empezaban a escribir las de otra.
“La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina” me recordó un tanto a la niña que prácticamente vi crecer desde que yo tenía 10 años.
Sentía como si tuviera en mi familia a mi propia Lisbeth Salander.
Karla hecha una heroína en el mismo tenor.
Toda una outkast.
Así.
Sin todo el rollo de un thriller, pero muy en su rabia contra el mundo y con una inteligencia bárbara.
Atormentada por los traumas familiares.
Y me atacaban las dudas sobre mi sobrina.
¿Qué sería de ella?
¿Estaría bien?
¿Y su hermano, el Javo?
¿Y mi hermana, Claudia?
¿Habrían hecho las paces?
Llevaba ya dos años sin verla desde esa catástrofe que provocó a base de mentiras.
Esa rara relación madre-hija que más bien era competencia acabó por quebrarle los nervios a toda la familia.
Y desde que la dejé en manos de su madre perdí contacto.
No guardé números.
Me negué a pensar más en esa bronca que no era mía.
No, al menos directamente.
Igual recordé a Karla cuando veía “16 and pregnant” en Mtv.
Pedía al Dios en el que no creo que estuviera bien, que ojalá ella no pasara por eso.
Soñaba con que mi madre cuidaba igual de ella.
Casualmente ella fue la única de sus nietos que la conoció.
Cariñosa y completa.
Sin el lastre del cáncer.
Mi madre la vistió y consintió.
A pesar de ser solamente su nieta putativa.
“Karla ya debe de tener 17. Creo que ya la libró”, pensaba yo.
Pensé mal.

***

Miriam me mandó un mensaje de texto.
“Vas a ser tío otra vez”, me dijo una ocasión que me movía a la oficina.
-¡¿Vas a tener otro hijo?!-le pregunté algo espantado.
Le había marcado a su celular de inmediato para saciar la cochina duda.
-¡No! ¡Menso! ¡Yo ya estoy operada!-me dijo a regañadientes.
-¿Entonces…?-pregunté con el suspenso suficiente para que mi estómago se me sumiera.
Ya conocía la respuesta.
(Muy dentro de mí)
Maldita intuición.
Maldita la lógica.
Maldita sea la puta Ley de Murphy.
-Pues Karla. ¿Quién más?-dijo Miriam.
Y solamente especificó que seríamos tíos, sí, tíos abuelos.
Apenas 17 tiene mi sobrina y ya con paquete.
Karla reaparecía de vez en vez cuando papá se las encontraba por el pueblo.
Si iba con su madre, le sacaban la vuelta.
Si iba sola, Karla sonreía tímidamente.
Pero se nos desaparecieron ambas el último año.
De Javier, su hermano, ni idea. Me preocupa.
Apenas papa se encontró a la niña otra vez.
Y se la topó ya no tan niña.
Con una tremenda anemia y con tres meses de embarazo.
Ahora no quiero tirarme al drama.
Pero lo siento casi imposible.
Hay reunión la próxima semana.
Todos los Velázquez. Espero lleguen mis hermanos.
Me urge también verla. Saber cómo está. Saber qué quiere hacer. Qué ha pensado.
Lo que sabemos es que volvió a pelear con su madre.
Claudia la corrió.
La chamaca se envalentonó, vivió sola.
Agarro trabajo como dependienta de una boutique.
Se consiguió cuarto en una pensión.
Y también se consiguió quién le hiciera el hijo.
Hasta ahora no hay señal de vida del padre.
No creo que la haya.

***

Quisiera hablar con ella.
Por eso me urge verla.
"Me das miedo", le dije la última vez que hablamos.
"Me da miedo tu boca, me dan miedo tus mentiras y me da miedo que a tu edad seas una verdadera plaga", le dije esa ocasión en la sala de Papá.
Ahora me siento mal.
Ahora quisiera haber tomado todo el control como se planeaba esa vez.
Ahora que todos en familia nos sentimos con la gran culpa.
La gran culpa de un pobre niño que aún no llega al mundo.
La gran culpa de una niña que sin notarlo se volvió mujer.
La gran culpa de una hermana que no sabe qué es de sus hijos y pareciera que no le interesan.
“Karla dice que te quiere pedir perdón. Que incluso te lo quiere pedir de rodillas, Mundo”, me contó Adriana al teléfono.
“No tengo el corazón para dejarla así. Pero tu papá no sabe si apoyarla. Tiene miedo de no poder con ella”, dijo la esposa de mi papá.
Ella y yo coincidimos en que esto debe atenderse ya.
Y no me tiro al drama, de veras.
Pero hasta ahora sentía que mi vida marchaba perfecta.
Lo cierto es que esto me sacó de mi propio microcosmos.
De mi mundito.
Ahora siento un gran compromiso con Karla.
Con ella y el bebé que viene.
¿Y yo? Yo también fallé.
Fallamos todos.

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