domingo, octubre 01, 2006

a) El Chicharrón

El día en que Ildefonso volvió de su trabajo encontró a las niñas solas.
En la pequeña casa que habitaban Juana -su esposa-, sus dos hijas y él solamente se encontraban las niñas chillando a todo pulmón.
Las encontró encerradas, con la puerta bien trancada pa'que no se fueran a salir. Otra punta de Juana, de esas costumbres raras a las que comenzaba a acostumbrarse tras cuatro años de matrimonio.
Blanca, la mayorcita de las niñas, en su parco lenguaje le dijo a papá que su madre había salido hacía mucho tiempo, que tenía hambre, que sue hermana olía feo. Claudia, la niña menor solamente lloraba sin sentido. Se sentía sola, muerta de hambre y con miedo por la oscuridad que en ese rincón del pueblo acechaba después de las seis de la tarde.
Encabronado. Así se dijo ante sus cuates. El mensaje fue más claro que todas las peleas antes habidas entre el joven matrimonio.
A Ildelfonso lo habían abandonado.
A sus 19 años ya era padre soltero de dos niñas.
Su trabajo de sol a sol y su salario de peón le obligaron a buscar a su madre, a reencontrarla a pesar del dolor que causó ser criada por una de las mujeres de peor reputación en el pueblo, pero también del mejor sazón.
Doña Leonor, la abuela de las niñas vendía los mejores tamales de Necaxa, en las noches también vendía antojitos, y si se podía se llevaba a alguien a la cama. Los clientes nunca sobraban.
A esa señora, de buen sabor en los platos y mala reputación en los callejones le tuvo que encargar a las niñas, mientras tanto, Ildefonso comenzó a cortejar a cuanta chamaca pudo. Aunque su apodo, su mala fama de vividor, no ayudaban mucho a "El Chicharrón" para la tarea de conseguirse una nueva madre para las niñas... bueno, hasta que se topó con una mujer casi tan desesperada como él.
Esa mujer era la Chata.
(...)

1 comentario:

Cobayo dijo...

¿Y luego?