jueves, julio 27, 2006

Dos mujeres y un Capote

Por una mujer volví a pensar en Truman Capote.
Fue culpa de la procuradora Villeda, mientras esperaba para verla a sazón de una entrevista. Truman volvió hecho un reportaje. Un reportaje en las páginas de Proceso, sobre cómo reencarnó en Seymour Hoffman para la movie “Capote”.
En el escrito -que ya unos buenos meses tiene de publicado- leí cómo Truman llegaba al tuétano de sus entrevistados, cómo casi establecía esa conexión al puro estilo del síndrome de Estocolmo con aquellos que estaban a merced de su mente manipuladora.
Mientras leía me sentí observado por un horroroso retrato. La fingida sonrisa de Mario Marín, enmarcada por esos labios con un carmín casi de puta, me daba pánico, me asqueó la hora y cacho que estuve esperando.
No tuve más remedio que sumirme en la historia de Truman hecho Seymour, Seymour hecho Truman.
***
Por otra mujer conocí a Truman Capote.
Y mi memoria, retornó una vez más a ‘A sangre fría’.
Recordé lo mucho que me marcó la historia de Perry, aquél amante, ladrón, asesino, protagonista de uno de los crímenes que causaron el mayor de los revueltos en los 60’s en Estados Unidos.
Aquél que terminó enrolado con Truman.
Aquél que conocí por Lilia Vélez.
***
Alguna vez en la universidad, cuando Lilia era mi profesora de Géneros Periodísticos, terminó dando una de esas lecturas sicarias, por encargo, teníamos que chutarnos equis o ye lectura.
Una de ellas fue ‘A sangre fría’.
Si mal no recuerdo fue la primera de varias en el semestre.
Lilia me llevó a Truman.
Truman me llevó a lo que hoy practico —o intento practicar— a diario.
Truman Capote, reconocido por crear la novela de “No Ficción”, por volver periodística la literatura, por lo menos, oficialmente.
“Soy un drogadicto. Soy un maniático. Soy un alcohólico. Soy un genio”, dicen que reza uno de los diálogos de Seymour Hoffman a nombre de Truman Capote
***
En estos días me reencontré con dos personas básicas para llegar a mi oficio.
A Lilia tenía unas dos semanas de no verla.
Le saludé en la Upaep, cuando su vida aún no tenía la pena que hoy carga.
A Truman tenía más de dos años de recordar. De leerle.
A Lilia le di ayer el pésame por su padre, don Alfonso Vélez Pliego. Hombre que conocí por opiniones de terceras personas. Hombre al que yo no le tenía mayor estima.
Ayer tenía que darle un abrazo.
Por lo que sembró en mi con pequeñas prácticas de lo que se convertiría en mi oficio.
Por el dolor de su luto, luto que entiendo.
A Truman lo releeré pronto.
Me alojaré con él este fin de semana. Visitaré aquél submundo, tan tibio, tan acogedor para un padawan-reportero.

3 comentarios:

Cobayo dijo...

Cuando leí "A sangre fría" trabajaba aún para el Centro de Difusión de la Ibero. Mis patrones me dijeron que esa era literatura de putos, que perdía mi tiempo leyendo a esas cosas; mejor debía leer a Volpi, a Nacho Padilla...
Ahora, varios años y una película después dejan a sus alumnos leer "A sangre fría"...

inMundoAnimal dijo...

¿'Literatura de putos'?
Carajo.

M dijo...

No lo he leído.
Pero detecto en su prosa una tensión monumental... algo que podría abrumarme.