sábado, enero 15, 2005

Asalto a Cartier

Viernes 14 de enero. Siete de la tarde y nada que hacer. Selene y yo nos sonrojamos con la champagne no tan barata que Agüera le regaló. En casa de Pilar, luego de unas albóndigas en riquisima salsa de tomate, pasta con especias y mantequilla, vino blanco y consomé con queso, fue que buscamos a Zeus, el plan había sido dispuesto para que en El Greco nos viéramos con él, con Mario Alberto Mejía, Ulises Riuz y el par de fotógrafos que pronto entrarán a Cambio. El plan se cambió, MAM no llegó y decidimos checar una película, cenar en Angelópolis y escoger una corbata para el informe del gobernador.

Todo normal, todo común. Sin novedad en el frente, niñas fresas de la mano de niños fresas, gente bien caminando, gente nice comprando y haciendo como que compraban. Zeus de adelantó a Scappino con su grácil andar de oso panda, Selene y yo nos desvivimos un momento por el escaprate en LOB. Iba a darme una vuelta por el MixUp, pero Selene me mostró una gorra de ferrocarrilero con precio de 122 pesos que, de haberlos tenido en la bolsa, la cachucha ya estaría en mi cabeza. Dos pasos y nos internamos entre los pantalones y descuentos cuando dos disparos se escucharon y un grito colectivo inundó la plaza comercial.

No pensé. Volté a ver a Selene, Selene volteó hacía mí. El par de ilógicos tuvieron un orgasmo por la adrenalina mientras los asistentes a la tienda se tiraban al suelo y el tiempo se hacía nada. No pensé de nuevo. Me abalacé a las galerías, quería ver. Selene me pendejeaba a lo lejos, ahora que lo pienso, yo mismo me intulto. No pensé en los disparos, me valió madres todos, fuí irracional, quería ver. Mi condición de metiche se menguó un poco cuando se escucharon los otros dos balazos. Corrí de nuevo al aparador. El guardia me ordenaba que fuera hacia atràs. Selene seguìa maldiciendo mi estùpida temeridad. La gente corrìa afuera. Se arrastraban, una niña lloraba de la mano de su papá, ambos corrían hacia el estacionamiento. Pasaba la gente y la incertidumbre no nos dejaba. Selene y yo pedimos salir. "Somos prensa, debemos estar afuera", decía ella, el policía no creía. Después de ver que Zeus estaba bien, encerrado en Scappino me alivié un poco del nerviosismo previo que tuve al intentar buscarlo por el celular.

Zeus no estuvo del todo bien. La curiosisda se la calmó el balazo en la esquina superior de Scappino, al momento vio la manera en que las cajeras se tiraban, lloraban, morían de miedo.

Cuando se instauró el silencio los tres salimos de las prisiones de seguridad en que se habìan convertido las tiendas. Un mar de confusos policias se apostabn sobre Cartier. Cristales rotos, gente en shock y tres mirones completaron la escena. ¿Pues va la nota no? dijo Selene. Yo no respondí y saque pluma y libreta, incluso violé los dos hilos de tranquilidad que el quedaban a la testigo frontal. "Tranquilo. Se porfesional", me dijeron a regañadientes Selene y Zeus. Estaba yo invadido por adrenalina, se me salieron 30 gramos de psicosis, me puse a juntar datos. La ese y la zeta se fueron por la reacción de los compradores. Mientras dentro de Cartier podías ver montones de cristal roto en el suelo. El símbolo de la casa estaba tirado entre el mostrador donde una nerviosa señorita intentaba explicar lo ocurrido:

"Llegó un tipo de aspecto descuidado, en pants y con una maleta, él gritó: 'Ahora sí se las cargò la chingada', sacò un mazo y una pistola, rompió los cristales, yo me tiré al suelo."

La escena del lugar era de película gringa, la otra señorita que atendìa en Cartier estaba menos completa que el vidrio en el suelo. Le daban primero auxilios, la hacìan entrar en reacción. Los policias comenzaron a acordonar, empezaron a checar las pruebas, las pistas, lo que fuera.

Media hora después Selene estaba en cuclillas sobre una gota de sangre. Yo no le habìa creído que alguien hubiera resultado herido, hasta que el perito lo comprobó y señalò las marcas sobre el mosaico de la plaza. "¿Me crees ahora?", me decìa en la màs honda indignación Selene. Habìa desconfiado de ella. Nunca hagas eso.

Luego llegaron otros reporteros, más mirones, gente nice que tomaba fotos del atraco con la tecnología de su celular. Un juguito del 100% Natural pa' bajar el susto, sin azucar para no provocarnos la diabetes.

El ambiente era de episodio de CSI. Me sentì en serie gringa pro un dìa, al Zeus se le saliò el bajòn de adrenalina con un poquito de llanto, a mi me doliò la cabeza. Selene sigue chingàndome con que soy un pendejo por acercarme a los cristales luego de la balacera. Yo sólo pienso que en efecto, fue insano el exitarme con eso. Pero recuerdo el primer dìa que sentí un temblor bajo mis piernas y el sentimiento es parecido. Emociòn rara, adrenalina. Estúpida adrenalina.

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