lunes, febrero 25, 2013

Ánimo bajo cero


Pareciera que el deshielo ha llegado al corazón. 
Que al invierno le quedan menos días. 
A este pinche invierno que ha sido el más solitario de mi vida. 
Y que urge que termine.

***

Me desperté con la resaca de los Oscars.
Sí. Esa noche en la que todo mundo se trepa el mote de crítico de cine. 
Los tuiteros lucen el atuendo puesto para la ocasión, se ven el espejo subiendo su ánimo, se sienten los padres de la industria. 
Apenas había dormido cuatro horas.
Me levanté, encendí la estufa, puse un poco del café que Maru me regaló de Huatusco. 
Dos tazas máximo, al día, dice Adriana, mi nutrióloga. 
Dos tortillas, igual, como máximo en el desayunos. 
Menos de 120 gramos de queso Oaxaca o Panela.
¡Y todas las verduras que quiera!
"La vida es dura, pero es más dura la verdura", diría Caty La Catarina Gay de Vete a la Versh. 
En efecto. Tomo una calabaza china, la convierto en delgadas láminas. 
Y todo al comal. 
Intento que Bomba Estéreo me ponga de buenas. Pero ni su "Fuego", ni nada me prende. Ni el café de Huatusco, ni el queso es esmirriado en mi plato. Ni el baño con sobredosis de Dial. Ni la última camisa que Lord Voldemort me regaló y que ya me nada. 
Menos me da ánimo los dos o tres kilómetros que camino hacia el camión. 
Y menos pensar que debo estar, así, con el pronóstico de un terrible día, frente al grupo de alumnos que menos me agrada. 
Maldito lunes. Ahora sé porqué Garlfield te odia.
O es eso, o es el bio ritmo que tampoco me da gran esperanza.

"Nivel físico: -88
Nivel intelectual: 98
Nivel emocional: 44" 

Ahora entiendo. 
Y yo necio con seguir corriendo los domingos. 
Sé bien que ni todos los lunes son así, ni mi ánimo es el mejor en estos meses.
La gota que derramó el vaso fue una llamada en velado reclamo.
Le el nombre en la pantalla del Lumia. 
Sonrió, pienso que el día podría tener un giro. 
"Vi tu perfil en Grindr", dice apenas y contesto. 
Yo en franco desconcierto digo: "Sí, tengo un perfil...", digo en voz alta mientras me acomodo en el autobús. 
"¿Cuál sería el problema?", digo para mi y mi silencio acompleta la conversación, como si en verdad lo hubiera dicho al destinatario.
La charla se vuelve breve, incomoda, la señal falla. Se despide. 
Hago parada al autobús. 
Tomo otro bus y cambio el rumbo. 
Lo voluble no me hace apto para tener a una bola de aún adolescentes frente a mi. Hoy no. 
De repente me ahogo. 
De repente cruzo el bulevar, y no dejo de ver NBs color amarillo.
Hoy no, pienso. 
Hoy no, insisto. 
Tengo un pequeño ataque de ansiedad y me siento en el primer café que encuentro. 
Hoy no, me pido a mi mismo.
Y otra vez, aguanto el aire y cuento hasta diez. 

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