sábado, noviembre 28, 2009

Being dad

Con Chipotles dando vueltas por el depa a veces creo que, sinceramente, no podré con él.
A falta de hijos, tuve la grandiosa idea de adoptar a un gato.
Tenían que operar al hermano de una amiga. “Ya sabe hacer en su caja de arena, está chiquito y aún puede acostumbrarse a ti”, me dijo. Y me convenció.
Me encontré con que el gatito no estaba tan pequeño.
Sí sabía usar el arenero. Y sí, se instaló al primer día.
No tuvo pierde. Es más, se pasó de confianzudo.
El muy cabrón es un ladino, ruidoso y chillón.
Atigrado.
Y ahora está panzón de tanto tragar.
Destrozó ya una planta que tenía en casa.
Y hace añicos el papel o tela con que se topa.
Se sube y baja por todos lados. Y ya me arañó en infinidad de ocasiones.
Pero, debo admitir, cuando se sienta sobre mis rodillas mientras trabajo, no me siento tan solo.
Pensé en devolverlo.
“Cuando te desesperes, piensa que no tiene a nadie más que a ti. Que tú eres al único al que espera. Que él se pone contento al verte volver a casa”, me dijeron.
Y sí, funcionó.
Lo cierto es que no tengo corazón para abandonarlo.
Es cierto también que es un encanto el pinche gato.
Y tenemos gustos musicales muy parecidos.
Le gusta Gossip, The Killers, y Kings of Leon. Uy y Muse lo mata. Se pone loco con los guitarrazos de Matt Bellamy. Abre más los ojos y no deja de ver la lap cuando suena “Plug in baby”.
Ahora, cada que estoy a punto de enervarme con alguna de sus travesuras aplico ese pensamiento.
Chipotles no tiene a nadie, más que a mí.
No importa cuánto maúlle.
No importa cuántas veces tire la basura.
Ni cuánto pelo tire por todas partes.
Soy lo único que tiene.
Soy su padre.

___________________

En la foto, Chipotles en plena siesta.

No hay comentarios.: