lunes, febrero 07, 2005

Animal

Le han dicho de todo.
Que es buen hijo, que el consentido, que según muy maduro desde niño, que a veces le apasiona todo, que a veces nada le gusta, que le aburre la espera, que habla con la boca a abierta, que es medio amanerado, que no a todas horas parece gustare la Coca-Cola hervida, que se ve menor, que se ve más grande, que se echa encima las broncas familiares, que se neurotiza por el reloj, que no sabe dónde deja el celular aunque lo tenga en el bolsillo, que puede querer de más, que pocas veces pierde paciencia, que a veces grita y manotea sin darse cuenta, que quiere y quiere mucho, que se ilusiona rápido, que no sabe perder, que se le sube, que se la cree, que es humano. Aunque a veces, se pasa de animal.

En una de tantas pasiones cortas, un buen día de cine que le debe a Mike Nichols, se topó con la leve recepción de reflexiones. En la pantalla, Natalie Portman se desnuda frente a Clive Owen. Se escucha de fondo en la voz de Morrisey, una canción de The Smiths. La escena llega, le vale madres tu mente y la viola. Alguien le dijo que exageraba cuando calificó de "bruta" a la película. Con un gesto asiente pues sabe que era cierto, que exageraba. Y es que, sus exageraciones son muestras de cariño hacia el objeto, persona o lugar que le cautiva.

"You shout your mouth, how can you say, that I go about the things in wrong way", continúa la voz de Morrisey en su cabeza.

En cierta parte de la cinta le explican cómo la verdad nos distingue a los hombres de los animales. Y, no es que sea mentiroso, pero el término le ajusta. Y no se siente mal con él. La mentira regularmente el sabe mal. Aunque la mentira le es aliento de historias salvajes en su mente, de nuevos mundo que nadie habita. A la mentira unos le llaman fantasía. Él le llama mentira. De mentiras vivió en sus depresiones, mentiras de Fuentes le ayudaron a pasar ciertas partes de su vida. Mentiras de Monteroso le hicieron reír. Mentiras de García Márquez lo llevaron a enamorarse de mundos ajenos donde que otros rellenan y fundan capitales sentimentales. Así a veces se prefiere el mundo de mentiras que adornan entre letras la mierda de la realidad.

Que era un buen muchacho, que lo extrañan en su casa, que gasta mucho, que duerme poco, que come mal, que traga aire, que es hijo de papi, que es un partidazo, que es mal amigo, que es borracho, que prefiere pasarsela en el antro que ir a ver a sus amigos, que la familia ya sospecha, que los papás de sus amigos se lo notaron, que su padre no sabe nada de él. Que quiere conocerlo.

¿Y se pierde en otra mentira? Y si no regresa hasta los treinta a su casa, sólo, soltero, sin hijos, cansado de vivir, con plena convicción de morir joven, con mucho dolor, con miedos, con resequedades en su piel, con las costras usuales en las manos, con la misma pasión por todo. ¿Pasará eso?

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