viernes, septiembre 07, 2012

Mi propio y privado apocalipsis

Just let me know
What you are thinking
I'll find a way to get along somehow
Just let me go
Don't leave me hanging
Please don't fail me now
Open heart surgery / Beth Ditto
 


Ahora pasa y muy seguido.
(Este último año con más frecuencia.)
Hasta comienzo a acostumbrarme.
Comienzo a perder gente querida.
Algunos se sumen en sus propios mundos, se embeben en su propia persona.
Critican un egoísmo y soberbia que viven día a día en sí mismos.
Otros se desvanecen. Dejo de verlos un tiempo y aparecen condolencias en su muro de Facebook. Me entero con una horrorosa confirmación que va de boca en boca hasta llegar a mis oídos.
En ambos casos me quedo frío.
Me quedo un poco menos acompañado.
En ambos casos me dan ganas de correr, de perderme.
Hay pandemias literales o simplemente un gusto por perder sensibilidad.
De repente nadie invita a salir.
De repente hay poca oportunidad de fiestas.
De repente menos contactos a quién llamar.
Pero por quién preocuparse se multiplica.
Por quién dolerse hay por doquier.
.

***

De esto no me advirtió nada la tía Kikis la última vez que hablamos.
No me dijo nada mientras tomaba mi mano con su mano derecha y balanceaba con la izquierda una cuba libre servida con más Coca-Cola que agua mineral, “pintadita”, dirían.
Ocurrió ahí en el Cananas Bar.
Me despedía de gente en ese entonces.
Llegaba alguien más.
Recuerdo que solamente me dijo que vendrían más de veintitantos años de estabilidad (emocional, quizá, no especificó de qué tipo, la muy ingrata.)
Que se iba Urano.
Pero nada más.
No me advirtió qué venía.
Ni me dijo que fuera a enfrentar mi propio Apocalipsis.
Con esa maldita moda que a todos nos da porque el fin del mundo se apresure.
Con ese rollo peor que el 11:11, el del 2012, pareciera que ya todos hemos perdido la capacidad de sorpresa ante la peste, el dolor.
Quizá a eso se referían los mayas.
A perder sensibilidad todos.
A perderse en uno mismo sumidos en internet, en aparatos.
Conectados sin estar conectados el uno con el otro.
Pareciera que sí, se nos acaba el mundo.
Ese mundo personal. Ese lugar cómodo y acojinado.
Esa pecera donde uno siempre esperaba a ser visto para tener alimento fresco día a día.
Creo que eso se acabó.

***

Cada que me encuentro con una página en blanco por escribir tengo una sensación lúgubre.
Como si cada que fuera a escribir algo para este blog fuera a ser una despedida.
Quién sabe, igual y este Mundo también se acaba cualquier día de estos.
Pero, convertirse en energía punzante no da miedo.
A veces sería mejor, volverse columna de vapor, polvo movido por sinergia.
En viento libre, en aire respirable.
Uno nunca sabe cuándo arranca el apocalipsis personal. 
Y mañana cumplo 30, como cereza en el pastel.

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