sábado, octubre 01, 2011

Las noches blancas



¿Qué ha sido de ti?
¿De aquella canción?
¿De las horas muertas en tu habitación?
¿Quién dijo que no perdería el control cuando iba camino de la destrucción?
Amaral-Riazor


Darío se ha vuelto un recuerdo recurrente en las noches locas.
Cómo olvidar que él roló el primer artefacto, novedoso y a la vez provocador de tanta adrenalina.
Recuerdo una noche en Garotos. Hará ya más de cinco o seis años. Ya perdí la cuenta.
El artefacto era curioso, pequeño, compacto y con una precisión de engranaje. Un giro era suficiente para euforia inmediata. Para tener reacciones de recuperación al cuerpo que comenzaba a cansarse por la fiesta. En ese entonces eran maratones que arrancaban en jueves y terminaban, seguro, en domingo con algún almuerzo de una bola de zombies.
Ayer escuchaba al Rano hablar de él.
Ah, cómo se le extraña, cómo se le quiere.
Fue buen maestro en noches como esas y hoy debe morirse de la risa con lo que nosotros llamamos ‘excesos’.
Me tengo que quitar el sombrero con él.
Siempre por dentro le admiré y nunca se lo dije.
En su velorio no pude decir gran cosa. Vi gente conocida y tuve dos que tres recuerdos como este en la mente. Y le agradecí.
Gracias a él, hoy no puedo espantarme de nada.
La memoria de todos lo cuida con amor y respeto.
Y en las noches blancas, a veces en silencio, a veces para mí, a veces con sus amigos, pero siempre se brinda a su salud.

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