martes, noviembre 06, 2007

...y que me sonrojo

De mal humor, muerto de hambre y en pleno lunes, estaba yo en el changarro de doña Lupe ("la que te escupe", como le dice el compañerito Yonadab) esperando mi torta cubana, con pocas rajas y sin cebolla, cuando una muchacha que rondaría en los 20 años llegó por una torta italana. Después de pedir sacó su cicarrera y me pidió fuego, de una manera que incluso me atemorizó.
-¿Tendrás un encendedor..?-preguntó, así, sencillo y en seco, pero en su cara puso tal gesto que yo irremediablemente me sonrojé sin tener motivo. Apenas y pude seguir con el diálogo.
-No fumo-dije yo sonrojado.
-Ah, haces bien-dijo la mujer e inmediatamente buscó en su bolsa. Tenía el encendedor dentro del bolso, simplemente no buscó. Cuando encontró el encendedor ahora ella era la sonrojada.
Y aunque la ocasión no provocó el mayor de los bochornos sí me dejó un tanto contrariado y con la risita burlona guardada en la garganta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo me sonrojo cuando menos lo creo posible y cuando menos lo deseo... y no sé por qué sucede... Bien que no fumes...

Mario dijo...

Hace bien en no fumar, señor Edmundo, pero tiene una personalidad como de escritor fumón gringo de la década de 1950. Hay a quien fumar no le queda, y otros a quienes de inmediato asocio con el humo del cigarro. Me lo imaginaba un poco como el Tony Leung de "In the mood for Love": en la sala de redacción de su diario, con una columna de humo subiendo hacia la lámpara que vigila sus escritos, con el cigarro consumiéndose sin ser fumado mientras usted los corrige y los vuelve a escribir, hasta llegar a la versión que menos le disgusta... Un abrazo, Don Edmundo