lunes, marzo 28, 2005

Fortaleza de hierba


Viento fresco. Hierba en fulgor de verdes oleajes. Aroma de campo. Sonidos de cliché natural. Es el andar de la gallina, es el revolotear de los insectos, el casco de caballo que resuena contra la roca, es el aire que choca con las hojas del ciruelo. Es lo que no soy. Es la fortaleza de mi padre. Un lugar bien lejano de sus sentimientos, de sus culpas, de sus miedos. Un lugar donde sólo los insolentes le molestamos.

Por cinco días habité la fortaleza de hierba, aquella estratégicamente colocada a dos horas de distancia, a 25 kilómetros de cualquier dolor o pena, a tres horas y media de mi vida. Donde no entra el molesto teléfono, donde no conocen los conocidos. Donde los vecinos nos son amenaza y el gallo canta a las seis de la mañana y en punto del mediodía.

La mayor incomodidad es un piquete de abeja, el mejor de los pasatiempos es cortar el pasto. El mayor enemigo es una víbora escondida entre arrayanes, el rótulo más explícito a la entrada del lugar debería ser: “Aquí se reconstruye una vida. Disculpe usted las molestias”.

Una casa de ladrillo aparente, paredes de tablaroca, acabados prefabricados. Esa la nueva casa de papá. Aquí inició el año. Lleva tres meses, casi cuatro, adorando la tela de alambre que tiene como cerca, felicitándose a sí mismo por alejarse de la realidad, gozando la lejanía del mundo que le lastima. Así que continúe, así él es feliz.

Llegué lunes, me voy sábado. Ambos ya anhelamos mi partida. A él le incomoda mi inutilidad en su mundo. A mí me incomoda su crítica infundada. Yo quiero serle sincero, pero él no es sincero consigo mismo. Mi sarpullido se triplica en sus paredes y él triplica la producción de bilis. Ambos nos juzgamos fuerte. Ambos somos intolerantes el uno con el otro.


Debo confesar que me iré conforme. Tuve una semana para esperar demasiado esta visita. Tuve una semana para saber qué esperar. Atiné varias tesis, pero nunca dejé de multiplicar expectativas, constante error en mí. El mundo que me conoce le es indiferente en ocasiones, poco entendible en su mayoría. Si lo conociera totalmente quizá le aborrecería. Yo en él incluido.

Lunes y martes intenté hablarle de mi trabajo, mi gente, mi tiempo, mi vida. Lunes y martes me cambió el tema. Miércoles nos molestamos. Miércoles me corrigió. Miércoles le corregí. Jueves fue que intentó callarme. Miércoles intenté callarme. Ambos fallamos ese día. Alcé la voz. Mi furia la volví palabras, vomitamos uno al otro argumentos hirientes. No hablamos el resto de día. Hoy viernes amenazó como sabe, con quitar lo que siempre pone. Sábado veremos. Sábado me voy. No sé si regrese. No sé cuándo volveré a pisar su fortaleza de hierba. Donde no hay más dolor que el que sienten los ciruelos al ser azotados por el viento.

1 comentario:

leche! dijo...

uhh.. me gustó... mucho... no sé si decirte waw felicidades!! u osh estúpido! te odio! jaja.. mejor la segunda.