lunes, abril 18, 2005

0ctubre quince

A la dueña de todas las aves del paraíso

Intro

Se que es la una de la mañana. Que debería estar en mi casa. Que debería dormir. ¿0Será que se me ha contagiado el insomnio? Hoy entre tantas inconsistencias propias, entre tanta exigencia mía y a mi entorno, entre tanto complejo pienso en un día del que dolor es sinónimo, en el que la pena tuvo nicho y en el que no olvidare.

Disculpas para quienes conozcan la historia. Es la una de la mañana y algo me dice que no puedo dormir sin escribir lo siguiente...

1
Erase una vez un pobre tipo. Se desconocía por completo, se atemorizaba por todo. Le dolía el andar, se quejada de la vida que no le tocaba, aparentaba el cien por ciento del tiempo que el mundo podía acabarse por cualquier error suyo. La verdad es que para ese entonces pocos errores había cometido, uno fue regresar a Puebla un domingo para volver en lunes a Necaxa.

Sonaba desde el plateado reproductor de discos compactos una tonada conocida. El ánimo pesado de mi mano dejó caer un dedo sobre la función repeat sin quererlo. Cuatro horas escuché el mismo ritmo de una voz triste, bofa, sorda a mi dolor.

Everybody's here with me, got no camera to see. Don't think I'm not all in this
world.The camera won't let me go and the verdict doesn't love our soul. The
digital won't let me go
Yeah yeah yeah. I'll pay, yeah yeah yeah., when
tomorrow. Tomorrow comes today.

Sonaba un disco que poco antes compre. Tomorrow comes today, de Gorillaz. Mi madre había muerto unas horas antes. Por imprudencia y estupidez no estuve con ella.

2
Llegué con mi hermano a la casa. El zaguán estaba abierto de par en par y se veían flores por todos lados. Eran las once de la noche y muchas caras tenían morbo. Yo miraba al fondo donde el cedro era la funda del cuerpo de mi madre. Sentí palmadas al hombro. Nunca identifiqué esas manos. Seguí el paso sin prisa y fui interceptado por mis primos. Llanto y pésames por kilo fue lo que brotó entre nosotros. Pero al siguiente pasillo vino lo peor.
Mi padre llego a abrazarme y se tiró a mis piernas. Nunca le vi así de lastimado. Por primera vez se veía la derrota del hombre que con temple de hierro vivió a su lado. Sólo escuchaba que decía mi nombre, que se disculpaba por no haber podido ayudarle a vivir. Mi padre estaba derrotado, a mi me derrotó el verlo en el suelo rogando perdón por el dolor de todos. Mis hermanos lo levantaron, me abrazaron uno a otro. Y caminamos cinco pasos. Los hermanos de mi madre estaban por todos lados. Vacíos como siempre daban condolencias, intentaban cambiar el tema o hacían como si lideraran el descontrol del funeral.

3
Una imprudencia.
—¿Quieres verla?— dijo Blanca.
—No—, dije yo.
No quería verla dentro de ese cajón. Preferí que se cerrara el féretro. Que las aves de paraíso no fueran quitadas del ataúd, que siguieran perfumando la pena.
Me senté frente a la caja. El aroma a madera de cedro ahora me da náuseas. Con la muerte de mi madre, Doña Emma dirían muchos, nació un nuevo rostro en mi. Desperté a la vida y recordé que no todo es dolor. El verdadero dolor es aquello que rompe tus columnas centrales. Que te desquebraja el piso. El dolor es miedo a no quedarte hecho pedazos.

***

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